Creo que debe quedar constancia de que soy muy fan de la obsesión de Richard Linklater por el realismo, de su necesidad de registrar la vida (que pasa rápido y se convierte en recuerdo casi sin darnos cuenta) con la mayor fiabilidad posible, por eso me he preocupado un poco cuando he visto Todos queremos algo. Puedo entender su oda al glorioso pasado, puedo incluso divertirme con su recreación hiperfidedigna (el plano cortado en pantalla para presentarnos la llamada telefónica es buena muestra de su obsesión por la pulcritud exacta a la hora de rememorar tiempos pasados), y puedo sentir cierta ternura por la mayoría de los personajes masculinos que aparecen en la cinta, pero, ah, con esos personajes femeninos tan poderosos de otras películas suyas esta en concreto me ha dado un poco de ganas de morir.
Cierto es que la mujer en el cine universitario de finales de los 70 era poco más que culos prietos en vaqueros y oportunidad de sexo donde te pillara (si habían consumido suficiente cantidad de alcohol, dar daban ideas), pero ver todo eso en una peli actual, por muy fidedigna que quiera ser, me hunde en la desesperanza, y sólo lo perdono por el inmenso papel femenino que Linklater ha construido en Boyhood (esa madre divorciada a la que se le pasa la vida sin darse apenas cuenta).
Desde el primer plano en el que el protagonista asiste atónito a la llegada a la Universidad como el paraíso de las tías buenas me eché para atrás en mi butaca; y dejé de pestañear cuando el primer personaje femenino al que se hace referencia (pero no se ve) es una tirana de pueblo que tiene al pobre compañero de cuarto del protagonista agarrado por sus seguramente recién estrenados huevecillos aún en la distancia (enganchado al cable del teléfono como a un cordón umbilical).
Cuando el grupete de archiguaperas jugadores de fútbol de Todos queremos algo se va a intentar ligar y aparecen las primeras dos tías listas recuperé un poco la fe, pero, ah, oportunidad perdida, la chica interesante tiene más fachada que otra cosa… la muchacha aparentemente inteligente (digo aparentemente porque no hay nada en el filme que secunde esta primera teoría que tuve al respecto del personaje) hace arte dramático (letras, como todas).
Todos queremos algo me ha gustado y me ha entretenido, no digo yo que no, pero desde una perspectiva de género los clichés apestan (por muy ambientada en los 70 que esté). Las chicas ’fáciles’ de años anteriores son despreciadas en el curso entrante, los polvos rápidos son convenientemente olvidados, pero la que se hace la dura… ah, esa es la lista, esa es otra cosa. Por favor, Linklater, devuélveme la fe perdida en el cine en tu próxima cinta, gracias.
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