En unos tiempos donde la imagen vive en crisis, con Instagram vendiendo un mundo imaginario y Netflix proponiendo productos que podemos ver mientras planchamos sin necesidad de mirar, y donde la voz, podcasts mediante, parece haberse convertido en la verdadera democratización, aparece de la mano de Amazon, The Vast of Night, una película protagonizada por dos nerds de la palabra hablada, filmada con un gracejo entre lo indie y lo experimental.
The Vast of Night propone un pasado, años 50, donde las reflexiones sobre el futuro, de lo tecnológico a lo sociológico, están a la orden del día. El carismático locutor de radio Everett Sloan y la vivaz estudiante Fay Crocker se enfrentarán al misterio de unas señales sonoras que convierten su tranquilo pueblo estadounidense en el posible lugar de una invasión alienígena. Entre largas conversaciones acerca del poder de la radio y la palabra, que nos hacen ver que existe todo un mundo aparte de los dos personajes protagonistas, asistiremos a calmados monólogos de oyentes activos y casuales que irán dando forma a una obra que sabe cuando detener su cámara y atender a lo que estamos oyendo.
El debutante Andrew Patterson tiene al menos el coraje de realizar una propuesta audiovisual, una puesta en escena que aunque en ciertos momentos se antoje algo gratuita (el formato inicial referenciando a Twilight Zone) le da The Vast of Night una cierta razón de ser: su formato narrado, cercano a los podcast de misterio tan en boga últimamente, no se acaba ahí y Patterson estiliza la propuesta, quizás demasiado, abigarrando tanto la imagen como las conversaciones, convirtiendo la película en un ejercicio tan fascinante como agotador. The Vast of Night, con los correteos de sus personajes, su continuo palique y su constante búsqueda del formalismo visual está continuamente llamando la atención del espectador que, paradójicamente, puede sentirse expulsado ante tanto estrés sensorial.
No es The Vast of Night una propuesta fácil de recomendar, ni siquiera es una película que acabe de explotar sus desmedidas ambiciones, ya que posee un primer acto repleto de conversaciones descontextualizadas que nos pueden perder si lo que realmente buscamos es entender lo que dicen los personajes, a lo que se suma su granulado aparato formal con una oscuridad que muchas veces se convierte en negritud. Pero para el que quiera experimentar algo diferente, algo que no se parece a nada de lo que el lector pueda imaginar tras leer este texto, la película de Patterson ahí estará esperando.