Es complicado discernir entre cuánto de película y cuánto de autosatisfacción insustancial hay en lo ultimo de Jim Jarmusch, ya que Solo los amantes sobreviven se pasea muy bien entre esa delgada línea.
¿Estoy ante una película de humor? Podría ser. ¿De vampiros? Pues no lo sé, porque se trata con demasiado respeto el mito ¿Un ‘Alta Fidelidad’ protagonizado por los tertulianos del Café Gijón? A lo mejor.
Que Jarmusch saque nueva película no es motivo suficiente como para ir a verla, ya que ese uso del subtexto del guión, criticando todo lo criticable y extrapolándolo hacia el mundo del hipsterismo más cultureta y hater, no es más que una niñería absurda, mal solucionada y sosa.
¿Qué puedes esperar cuándo esperas mucho? Aunque parezca que me he comido a Paulo Coelho, tal vez ese es el problema al que uno se enfrenta al ver Solo los amantes sobreviven. Un gran elenco, un director interesante y un uso del silencio que te hace pensar que vas a disfrutar de una de esas películas pequeñas que tienen mucho que decir con poco. Y no.
Aunque por un momento puedo dejar de lado mi cabreo más fascista, y que se apodere de mí ese lado intelectual que todos tenemos; de ser así, os diría que igual que Los límites del control era LA película que ponía en jaque el establishment americano, Solo los amantes sobreviven es la película necesaria y absoluta que pone en jaque los Starbucks de todo el país, que trata con agrado y normalidad la soledad de Detroit.
En definitiva, esta película está condenada, como sus protagonistas, a vagar por el mundo, viendo pasar los años, siendo testigo cultural de su época para acabar encontrándosnosla en algún circuito restropectivo de una pequeña Liberia de barrio moderno de ciudad.
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