Voy a hacer un ejercicio diferente. Voy a vestirme con la piel de un adolescente, mirar con los ojos de un crío de quince años y pensar como uno de ellos, pasado de hormonas revueltas, para comprobar si Slender Man se deja comprar o por el contrario resulta poco efectivo. El experimento quizás me ayude a verlo desde una perspectiva diferente, sabiendo que este trabajo en principio va a dirigido a un sector de público muy concreto o puede salirme muy rana.
Contamos en Slender Man, dirigida por un casi desconocido Sylvain White, con un grupete de chicas sosainas que se pasan los fines de semana bebiendo vodka y cotilleando vídeos por internet, a cada cual más escabroso. Esto hace que conozcan la leyenda de Slender Man, ese hombre alto que se lleva a algunos niños y que aterroriza a los que deja en este mundo por que no le sirven o no le gustan, vamos un señor Jeepers Creepers no volador.
Hasta ahí vamos bien, la historia está muy trillada ya ¡recordemos a The ring con el video grabado en VHS que mata a las personas! pero bueno, al menos vamos a ver a esas jovencitas caer una tras otra de una manera esperemos bestial si nos atenemos al primer trailer que nos mostraron, con una clase de anatomía que acaba en tragedia. A partir de ese momento ni mis quince años recién cumplidos van a hacer que me asuste ni siquiera un poquito, es más es probable que me eche unas risas con mis amigotes que en nada se parecen a la pandilla cobardica de machos que desfilan por los pasillos del instituto ¡estos si son unos perdedores y no los de It!
Slender Man habla de muchas cosas pero solo roza la superficie de todas ellas, no se atreve a entrar a degüello con casi nada dejando en suspense, nada de terror, un montón de tramas que a lo mejor podían hasta interesarnos. Las familias de las chicas, me refiero a sus padres, son unos robots sin pizca de gracia que no establecen un contacto real y sincero con casi nadie y como ejemplo ponemos el botón de sus hijas. Nos interesa muy poco lo que hace la hermana pequeña de la protagonista, esa Lizzie de moda que imita todo lo que hace Hallie, mucho menos a sus padres que parecen puestos ahí por el ayuntamiento, unos maniquíes que llegan siempre tarde a todo.
Tampoco llego a verme identificado con este nuevo cuerpo y mente en el nuevo novio de esta última que escucha música en tocadiscos y al que le dejan solo en la casa toda la noche.
Lo dicho, parece que este flautista de Hamelin que vive colgado de los árboles o que juega al escondite detrás de sus troncos no se lleva a los niños del pueblo sino a los adultos a los que también deja tocados del ala, como el padre de otra de las chicas que ¡invita a entrar a una adolescente en su casa después de haberse bebido todo el maxi bar de su casa! Todo muy lógico, muy normal en esta leyenda urbana a la que le falta un hervor y muchísima más mala leche. Después me he enterado de que han recortado escenas violentas y truculentas que podían herir la sensibilidad de aquellos que han nacido con un ordenador bajo el brazo y lo han visto ya casi todo. El buenismo vuelve a hace acto de presencia en el cine como ya ocurrió hace poco con Venom al que le despojaron de toda la mala leche que se le presuponía según la experiencia en los comics.
Para que lleguemos a sentir miedo necesitamos un referente amenazador que se lleve aquello que más queremos y no lo devuelva o que muestre un aspecto terrible y siniestro que nos obligue a mirar hacía otro lado, nada de eso. Este larguirucho sin rostro con mil brazos que se permite hacer un Poltergeist ¡atención spoiler! en la habitación de la más rebelde de las jóvenes le faltan cuchillas con las que trocear a sus víctimas o un garfio con el que sacarles las entrañas. LLega avisando con tres campanadas y unos ruidos super desagradables que son lo más terrorífico de su modus operandi.
Y llegamos al final del todo sabiendo muy poco y con la sensación de que nos han vendido la moto ¿Dónde está la escena en la clase con la chica afroamericana? ¿Qué ha pasado con el extraño caso del estudiante con marcas en los brazos? ¿Dónde está ese otro lado donde se llevan a los niños, acaso allí los transforman en burros como a Pinocho? ¿Los padres de Lizzie y hallie se darán cuenta de que tenían dos hijas y no solo una? Estas son solo algunas de las cientos de preguntas que se quedan sin respuesta porque un día a alguien se le ocurrió la idea de usar la tijera en parte del metraje. Nos hemos quedado sin ver la versión hardcore de la historia, sigo con mis ojos de quince añazos, mis hormonas aceleradas y mi piel lisa y tersa. Slender Man no me ha cambiado la vida y tampoco me ha asustado ¡un poquito de por favor y enseñarme todo ese material que de sentido a esto o estrenarme una segunda parte en la que la sangre sea más real, los efectos especiales por ordenador canten menos y los muertos y desaparecidos se piren para no volver!
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