Lazzaro feliz, la nueva película de la cineasta italiana Alice Rohrwacher, es probablemente una de las películas en sección oficial que menos encaja con el festival de Sitges. Pero es una apuesta muy significativa para demostrar que también tienen cabida películas cercanas a un realismo mágico y que no hace falta que todo sean vísceras y fantasmas.
Lazzaro feliz nos sitúa en un pueblo italiano en el que viven varios jornaleros trabajando con tabaco para una duquesa. Rápidamente notamos algo extraño, los jornaleros tienen que rendir cuentas a la duquesa, son su mano de obra, y aunque el pueblo parezca estar estancado en el tiempo, los móviles u otros elementos tecnológicos nos hacen sospechar del negocio fraudulento que hay detrás. Lazzaro es un joven campesino no muy espabilado que se deja aprovechar por todo el mundo sin rechistar. Solo existe en él una mirada inocente y de bondad. Cuando las autoridades descubren el gran engaño de la familia de la duquesa, que se ha estado aprovechando durante años del pueblo, Lazzaro cae por un barranco. Al despertarse han pasado muchos años, él no ha envejecido, pero todo el mundo ha abandonado el pueblo. Lazzaro consigue llegar a la ciudad donde encuentra algunos amigos del pasado. Sin embargo ni su mirada inocente puede evitar darse cuenta que, incluso ahora sabiendo la verdad y viviendo con todas las comodidades del siglo XXI, las condiciones de los pueblerinos son más pésimas que antaño. La realidad azota brutalmente a Lazzaro y a nosotros como espectadores también.
Lazzaro feliz es una obra de una acercamiento humano único e increíble. Una fábula con toques de fantasía que acercan más a la obra a una poesía que a cualquier otra forma de arte. Es sorprendente y cautivadora, sin dejar de ser crítica y obligarnos reflexionar en los tiempos que vivimos.
[amazon_link asins=’B00YOLP9SY,B07GQJY8DP,B00009PAA7′ template=’ProductCarousel’ store=’cinenser-21′ marketplace=’ES’ link_id=’2a59343a-d43e-11e8-8418-15c37cac6025′]
2 comments