Probablemente Burning sea la película que menos encaja estrictamente dentro del género de fantasía o terror en la sección oficial del festival. Sin embargo sí que tiene un tono de thriller, desde el punto de vista personal e introspectivo del protagonista, y sobre todo hay algo interno en la película que sin ser explícito transmite una atmosfera de extrañeza y fantasía. Basada en un cuento de Haruki Murakami, Burning es un film coreano que demuestra a cada minuto de metraje el talento incuestionable del director Lee Chang-Dong. A Burning no le queda grande el adjetivo de obra maestra y aunque no sea una película propiamente hecha para un festival como el de Sitges es sin duda una de las mejores (quien sabe si la mejor) película dentro de su sección oficial.
Jongsu es un joven que se ve asaltado por Haemi, una amiga de la infancia que empieza a coquetear con él. Prácticamente cuando la relación empieza a arrancar, ella se marcha a África dejándolo al cargo de su gata. Al volver de África, Jongsu se encuentra que Haemi ha conocido a otro chico, un rico al que no duda en comparar con el Gran Gatsby y que parece haberle robado la chica. A partir de este momento empieza a desarrollarse una relación de triángulo amoroso más cercana a las películas de Hong Sang-Soo. Jongsu descubre que el misterioso Gran Gatsby coreano tiene una extraña afición con quemar invernaderos. Poco después Haemi desaparece y Jongsu emprende una búsqueda donde sus sospechas se vuelcan sobre el pirómano millonario.
Burning tiene elementos de sobra para emocionar e intrigar simultáneamente al espectador. Los elementos emotivos vienen principalmente de la mano del tratamiento naturalista y realista con el que aborda a los personajes. Dos secuencias son especialmente memorables. La escena en la que Haemi y Jongsu tienen sexo por primera vez, hermosamente dilatada y realista; y el momento en el que los tres amigos fuman un porro mientras miran el amanecer. Estas dos escenas llegan plenamente al corazón no solo por lo que significan y como están tratadas sino porque también tienen un poder visual inmenso. Pero Burning no es solo un drama romántico, es una película que va mutando entre sentimientos como el amor, los celos, el odio, y la sospecha; y entre géneros como el drama, el humor, el thriller y la fantasía o surrealismo, marcados estos últimos por elementos como la misteriosa desaparición de Haemi, su gata que nunca se deja ver y sobretodo el misterioso Gran Gatsby que parece ocultar mil cosas.
Burning es una excelente película y del mismo modo como ha pasado este año con Lazzaro feliz, se agradece que hayan arriesgado en ponerlas en sección oficial. De este modo también se nos invita a preguntar donde reside realmente lo fantástico y lo terrorífico, y si este puede estar impregnado en situaciones cuotidianas como las que plasman estas dos películas. Dos maravillosas muestras de cine sin barreras, que arriesgan, son mutables y llegan al corazón.
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