David Mackenzie ya despuntó en 2014 en Sitges con Convicto (Starred up) un drama que desarrollaba un conflicto paternofilial en el interior de una cárcel. La película funcionaba perfectamente ya que Mackenzie tuvo la habilidad de desarrollar un conflicto aparentemente nimio engrandeciéndolo a través de las oportunidades que le ofrecía un espacio tan concreto como una prisión. Precisamente, una de las claves que hacen de Comanchería (Hell or high water), una de las mejores películas hasta el momento del festival, es la perfecta imbricación entre personajes y espacio.
Dos hermanos de Texas deciden empezar una ruta de robos a bancos por pequeños pueblos de los alrededores. Paralelamente, dos agentes de policía emprenden la búsqueda y captura de los criminales. Aparentemente la premisa inicial de la película no nos ofrece algo innovador o nunca visto en la gran pantalla. Pero la clave del éxito de Comanchería (Hell or high water) no es lo que cuenta sino cómo lo cuenta, y es aquí donde tiene una importancia vital el lugar donde se desarrollan los hechos. El oeste de Texas está perfectamente incorporado en el carácter de los personajes, todos ellos se comportan de forma calmada porque están en su casa y controlan lo que están haciendo. Desde los criminales que roban con cierta comodidad hasta los agentes veteranos que siguen sus instintos sin estresarse.
El temple con el que se desenvuelven los cuatro personajes acaba estallando con violencia al final y ambas partes pierden algo por el camino. Comanchería (Hell or high water) deja con un sabor de boca agridulce pero con muy buenas sensaciones al espectador, gracias al guion y la magnifica interpretación que hacen de este tanto sus actores (sobre todo Jeff Bridges y Chris Pine, ambos en un papel muy crepusucular) como su director.
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