Eli Roth vuelve al festival de Sitges con probablemente la película más gamberra de su carrera. Roth es un maestro del terror y resulta fascinante como es capaz de localizarlo y transmitirlo a través de situaciones nada usuales y a las que no estamos acostumbrados. Knock Knock es una película sobre la tortura, en concreto sobre la tortura sexual, pero desde un punto de vista que no suele ser el prototípico: es una tortura protagonizada por dos mujeres hacia un padre de familia.
Dos jovencitas sexis (Ana de Armas y Lorenza Izzo) irrumpen en el hogar de un hombre felizmente casado y con dos hijos en una noche de intensa lluvia. Este hombre (interpretado por Keanu Reeves), que se encuentra solo durante el fin de semana, accede a que las jóvenes pasen a la casa y se sequen mientras esperan un taxi. Desde este momento las jóvenes se empeñarán en seducir y en complicar la vida del buen padre de familia hasta límites totalmente insospechados con un aumento progresivo de la violencia y la locura.
Knock Knock puede leerse como una reestructuración de La naranja mecánica. En concreto de aquellas escenas en las que el grupo de jóvenes vandálicos asaltan brutalmente las casas de sus víctimas para acosarlas sexualmente. Incluso la llegada de la banda se produce también durante las noches de lluvia. Pero si en La naranja mecánica estos momentos eran empleados como excusa por mostrar la violencia en estado puro, en Knock Knock sirven para crear un manifiesto feminista lleno de memorables pinceladas de humor.