Si hay algo que no se puede reprochar a El cadáver de Anna Fritz es su capacidad de tomar riesgos y su valentía. Uno de los temas más tabú y difíciles de tratar en el cine es la necrofilia. Tema difícil de abordar ya sea desde un punto de vista cómico como dramático. Por eso resulta muy inteligente que el film con el que debuta Héctor Hernández Vicens se sitúe entre ambos estilos. Si El cadáver de Anna Fritz se decantará por un punto de vista totalmente dramático la atmosfera creada sería asfixiante e insoportable, y en cambio si tuviese solamente humor estaríamos ante una parodia y burla sin sentido. La decisión de combinar ambos tonos (primero con protagonismo del cómico y después del dramático) es totalmente adecuada.
El cadáver de Anna Fritz es un film de ideas claras, modesto, con tan solo cuatro actores pero con una trama sólida y que funciona. Tres amigos acaban en el depósito de cadáveres de un hospital admirando el cuerpo muerto de Anna Fritz, una famosa actriz española. Dos de ellos, impulsados por la belleza del cadáver, acaban copulando con él. En medio de uno de los actos sexuales el cadáver despierta y los amigos, cada uno con un punto de vista diferente de la situación, deberán ponerse de acuerdo para saber cómo solucionan el problema. La película solamente falla en dos aspectos, la débil interpretación de unos actores que se nota que son noveles y la facilidad con la que el espectador puede adivinar como avanzará la historia. Más allá de estos apuntes, la película merece ser visionada por su atrevimiento y valentía.
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