Mike Cahill elabora una película que obliga al espectador a reflexionar sobre la vida, sobre el más allá, sobre aquello espiritual y sobre nuestra existencia. Y para ello se vale de algo totalmente paradójico: la ciencia. Ian es un estudiante de biología molecular y a través del estudio de la evolución del ojo humano quiere refutar cualquier teoría religiosa que defienda la existencia de un Dios. Ian se enamora de una persona totalmente contraria a sus ideales, una joven que cree en la reencarnación y la espiritualidad. Ambos se separarán de una forma abrupta y Ian descubrirá muchos años después que existen personas de diferentes generaciones con una misma estructura del iris (algo totalmente imposible) que comparten mismos gustos, mismos defectos, mismos pensamientos.
La clave del buen funcionamiento de I origins es su historia solida y su estructura narrativa milimetrada. La narración se ve acompañada por una estética puramente comercial y poco innovadora. Pero el sentido filosófico que desprende la obra atrae al espectador y durante los minutos de metraje quizás cambie su forma de ver y entender las cosas.
Entre el buen reparto destaca Michael Pitt como protagonista, actor de la serie Broadwalk Empire; y Steven Yeun, el chico coreano de The walking dead. I origins es un buen producto comercial de ciencia ficción que por lo menos no solamente te entretiene sino que también te emociona y te invita a reflexionar durante y después de la película.
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