El debut en la dirección de un largometraje del actor Louis Garrel tiene cierto aire desvaido, desgarbado, como de andar por casa, claro que no en cualquier casa vive el mítico realizador de cine Philippe Garrel. No es por tanto este apunte ninguna connotación negativa hacia esta pequeña peliculita, como escrita en una servilleta de bar, que da la impresión de salir de Garrel (hijo) como un afectado bostezo francés, casi sin esfuerzo y con mucha pose y emoción.
Diseccionando una particular relación de dos amigos que se mueven por París como personajes excéntricos y caprichosos (un conquistador escritor que trabaja en una gasolinera y un extra de cine que no controla su raudal emocional), Garrel retrata la amistad de estos dos hombres como la de un matrimonio desgastado y ruin que circula entre la mentira y la traición. Es el tercer vértice del triángulo, una camarera de la cafetería de una estación de tren que tiene que ir a dormir cada noche a la cárcel, la que avivará la llama y pondrá patas arriba la vida de estos muchachos galos aportando un poco de verdad, espontaneidad y libertad.
Con tono desenfadado y alocado, este azaroso triángulo revierte cualquier idea preestablecida sobre los vínculos amistosos, amorosos y sexuales. Porque ¿no se mueve a veces la amistad por terrenos más pantanosos y complicados que los de una pareja propiamente dicha? Y aunque Two Friends se pasea por estas reflexiones de forma liviana y ligera, no deja de hacerlo con encanto y buen porte. No creo que el mismo Garrel se tome su presentación como una obra compleja y ambiciosa, sino más bien como un coqueto y leve disfrute que pueda marcar el camino a tomar en una posible carrera en la dirección. Yo, haga lo que haga este garçon, lo compro.
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