¿Qué convierte a un niño en un futuro dictador? ¿Cuáles son las claves de la infancia que marcan de por vida y que dejan una huella indeleble en la psique de una persona? The Childhood of a Leader, debut en la dirección del actor Brady Corbet y con Robert Pattison como protagonista, toma tres episodios muy específicos en la historia de un chico de 7 años (en 3 estallidos de rabia) acotados en el contexto incierto y convulso del final de la Primera Guerra Mundial.
Si el director intenta buscar alguna explicación psicológica, si pretende dar alguna lección freudiana no me interesa realmente. La figura de una madre fría y distante, de un padre ausente y de un pequeño sometido a cambios abruptos están ahí pero para mí funcionan mejor como estampas de la cotidianedad (en un caserón decadente y desapacible) que como cualquier tratado (barato) de la mente. La parábola sobre las consecuencias de la guerra que se establece en The Childhood of a Leader y la influencia del momento histórico en lo particular tampoco me aportan demasiado.
Porque es en una puesta en escena casi operística y cuando se vuelve más desquiciada (cinematográficamente) donde veo las mayores virtudes de este film. Por eso la música de un exacerbado Scott Walker, consiguen aportar ese matiz irritante, descontrolado y onírico que son la mayor peculiaridad del film. Que cuando es elegante, sencillo y pausado puede llegar a dejarte exhausto, pero cuando pierde el control te deja con ganas de más. El ostentoso y llamativo final de The Childhood of a Leader (más allá de cierta explicación novelesca que a mi me sobra) es el galón de gala de una obra irregular pero no por ello menos curiosa.
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