Con Winter brothers, el SEFF de este año cumple su cuota de cine europeo miserable, que se regodea en sus penurias y truculencias, como ocurría el año pasado con la ganadora de Locarno en 2016 Godless, de Ralitza Petrova. A saber: paisajes semi-industriales, podredumbre y situaciones limite, sexo explícito y bajeza moral. No obstante, al menos en Winter brothers tenemos una poderosa fotografía, algo que ni siquiera veíamos en aquella.
Locarno como sello y marca de estilo. Por un lado, tenemos ese cine distante y frío, que no juzga, en la que el director se limita a encuadrar y a dejar que la cámara registre lo visible, sin más movimiento que el propio interno del plano. Este cine lo hemos visto en el SEFF’17 bajo el título de Milla, una estimable propuesta que recorre las peripecias de una joven y su lucha por vivir en una sociedad en perpetua crisis, monetaria y vital.
Por otro, el tremendista. Como decíamos, el año pasado padecimos Godless y este año, Winter brothers.
Lo que se quiere contar en Winter brothers es sencillo: dos jóvenes hermanos, trabajadores de una mina, viven en continua confrontación. No le interesa a Palmason, no obstante indagar en la raíz de esta enemistad. Tampoco le interesa al realizador construir una historia convencional, en la que los personajes ‘hagan cosas’ y estas cosas ‘tengan un efecto’. Más bien, se trata de construir, en base a confrontar el paisaje nevado y la industria en perpetuo movimiento, un estado de ánimo, un universo desolador, una galería de los horrores.
El problema de Winter brothers, a pesar de su espléndida fotografía es que no consigue conformar dicho universo. Todo pasa porque sí, no hay construcción de personajes, ni por palabra ni por obra. Lo que queda es una extenuante profusión de genitales masculinos, no sabemos si por obsesión personal del director o porque, simplemente, podría suponer, para cierto público, un resorte más para provocar la incomodidad. Asistimos, impávidos, a una retahila de postales (a veces, literalmente) con las que es imposible empatizar. Y ya a uno le va dando igual qué es lo que pasa o deja de pasar y va reinando el hartazgo con tanta nieve, tanta obesión por las armas y tanto pene.