Había muchas expectativas con esta película, para que engañar. Los que habíamos disfrutado con Resacón en Las Vegas queríamos más y las cifras de recaudación así lo demostraban. Sin embargo era muy complicado estar a la altura, son muchos los ejemplos de secuelas que no estaban a la altura, pero en esta ocasión no estamos hablando de una de ellas.
Todd Phillips repite la fórmula que le llevó al éxito, la misma, exactamente igual. Unos amigos quedan para tomar unas copas y acaban en un lugar desconocido sin recordar que demonios ha pasado. Era complicado que la misma fórmula no nos aburriera pero Todd ha sabido hacerlo para que no ocurra, haciendo un poco de trampas y jugando con la ventaja de saber que funcionó en la primera y que no. No os preocupéis que no os voy a contar nada, spoilers free.
Hay varias cosas a destacar en esta secuela. Lo primero es que las coñas aquí son mucho más salvajes, mucho más irreverentes, un humor más negro y cerdo, cosa que para mi es un acierto total. Una película que habla de gente que se ha emborrachado y drogado no tiene mucho sentido que use un humor blanco, eso se lo dejamos a otros.
Otro tema que me ha sorprendido, también gratamente, es que la película la lleva a cuestas Zach Galifianakis. Cierto es que sus compañeros de reparto son imprescindibles (tanto aquí como en la primera entrega), pero el don para la comedia que tiene Zach es impresionante, y eso que también tenemos en el reparto a Ed Helms y Ken Jeong, pero el personaje de Zach da demasiado juego.
Y la verdad es que no hay mucho más que decir, la película está muy pulida, hecha a conciencia y está claro que Todd aprendió de los fallos de Resacón en Las Vegas (que no eran muchos, la verdad) para poder evitarlos aquí. Ahora solo podemos soñar con una tercera entrega que también esté a la altura, pero esto ya es el doble de difícil, pero un viejo puede soñar.
6 comments
Totalmente de acuerdo! divertidísima y mucho más bestia!!!!!!!
muy recomendable
saludos
Voy a tener que ver la primera…
A ver si vamos esta tarde, que hay ganas