Tenía bastantes ganas de catar la nueva película de Paco Plaza. Ya no sólo por ser un fan declarado de su obra, sino por la curiosidad que me despertaba el hecho de que Quien a hierro mata fuera a ser una rareza dentro su filmografía. Por primera vez el realizador valenciano iba a rodar un thriller, alejándose así del cine de terror que le hizo popular gracias a cintas como [•REC], Verónica y OT: La película.
Os imaginaréis el enorme chasco que me llevé en cuanto me di cuenta de que ese cambio de aires no respondía exactamente a una inquietud artística, sino a la necesidad fundamental de seguir comiendo caliente. En consecuencia, este encargo impersonal a medio camino entre Misery y un episodio de Fariña se queda a medio gas en todo lo que propone.
Con esto no quiero decir que sea una completa pérdida de tiempo. No lo es. No me arrepiento de haberla visto, he pasado una mañana la mar de distraída y desde luego es mejor estar sentado en la butaca de un cine que en la calle quemando contenedores. Ahora bien, quien espere ver aquí algo a la altura de Mientras duermes (dirigida por su compadre, Balagueró) quedará muy decepcionado.
Dejando a un lado la fe ciega que tiene el guión de Juan Galiñanes y Jorge Guerricaechevarría en que la suspensión de incredulidad del espectador funcione a pleno rendimiento, a nivel de dirección tampoco tenemos nada a lo que agarrarnos que nos emocione especialmente. Esto no es un caramelito visual como sí lo era [•REC]³: Génesis, ni se percibe el mismo cariño tras las cámaras que había en Verónica.
Y no es que la cosa empiece mal, más bien todo lo contrario: partiendo de una prometedora y potente premisa, el problema resulta ser la progresiva pérdida de interés que conllevan las piruetas argumentales que se sacan los guionistas de la manga. Lo triste no es que Quien a hierro mata sea un poquito peor después de cada uno de sus giros, sino que cualquier espectador es capaz de anticiparlos desde el primer minuto.
Los personajes no pasan de ser meros arquetipos que atufan a fetichización de la masculinidad tóxica disfrazada de crítica hacia ésta. Luis Tosar cumple con la solvencia que se le espera, pero quien conozca su trayectoria sabe que no ha tenido que currárselo mucho y que un papel así lo interpreta con la chorra. Xan Cejudo impresiona al principio, pero su personaje se diluye como un azucarillo después del primer acto. Ismael Martínez no sobreactúa demasiado durante casi todo el metraje hasta que luego empieza a hacerlo sin motivo aparente y a Enric Auquer debería prohibírsele volver a ejercer de actor indefinidamente. Por último, María Vázquez sale en la película.
Quien a hierro mata entretiene, pero ni emociona ni satisface las expectativas. Estoy casi seguro de que un poco más de humor negro en situaciones que se prestaban a ello hubiera hecho milagros. Pero lo que tengo claro es que me esperaba un film de Paco Plaza y lo que se ha estrenado esta semana en las salas españolas es algo bastante más impersonal. Esperemos que esto sea, efectivamente, una excepción dentro de su carrera y que la próxima vuelva a ser buena.
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