En la muy aclamada Un gato en París los directores Alain Gagnol y Jean-Loup Felicioli se enfrentaron al dolor de una niña ante la muerte de su padre policía. De los mismos autores llega a nuestras pantallas Phantom Boy, donde un niño descubrirá que tiene poderes sobrenaturales mientras permanece hospitalizado.
Tal vez, la perspectiva de llevar a los niños a ver una película protagonizada por un infante con poco pelo en la cabeza (todos sabemos lo que esto significa aunque nunca se diga explícitamente la palabra cáncer) podría parecer poco deseable, sobre todo si eres un padre más bien vago que prefiere no tratar esos temas con tu hijo. Phantom Boy afronta el tema de la enfermedad con naturalidad y, de forma similar a Un gato en París, rodea al trauma infantil con una historia detectivesca (por algo los franceses siempre han podido presumir de su cine policiaco) y de aventuras para que el drama, que lo hay bien intenso, pase un poco más suavemente. Pero no solo eso, los guionistas se atreven además a hablar de terrorismo, naif, pero terrorismo al fin al cabo, en Nueva York. Cáncer, terrorismo y referencias a Woody Allen, no me extraña que no tenga previsto su estreno en Estados Unidos.
Por supuesto, no se puede dejar de reivindicar el exquisito trabajo de animación de Gagnol y Felicioli que sirve para educar nuestros ojos en la idea de que no sólo de Hollywood vive el aficionado. Phantom Boy pretende ser una película pequeña, sin renunciar a una humildad que basa su complicidad en el espectador ante un trabajo visiblemente artesanal.
Una propuesta muy estimulante ante la que no hay que temer. Hay cosas de las que hay que hablar con los niños.