Me pregunto por qué cada cierto tiempo visitan nuestras salas cíclicamente algunos films que abordan el tema de la obesidad de una manera cómica intentando vendernos que unos kilos de más no importan y que la gente con sobrepeso es más feliz que aquellos que no lo son. Mariana Chenillo, directora de la mexicana Cinco días con Nora, una película premiada en varios festivales, se decanta ahora por un largo que es una declaración de intenciones. Pretende emocionarnos con una historia de amor que vence prejuicios y tabúes sociales asociados con la belleza estética, rescatando la idea de que hay que cuidar lo que tenemos frente a nuestros ojos pero sin que estos decidan por nuestro corazón. Hay que saber valorar lo que se posee; a veces los cambios son buenos otras veces el comienzo del fin.
La pareja protagonista, un joven matrimonio mexicano, se quieren, se respetan y se conforman con lo que tienen, que ya es mucho, pero esto no durará para siempre. Un traslado por trabajo hace que tengan que mudarse a la capital. México D. F. al contrario que en otras películas como la ciudad que acogió a Phillippe en la famosa Bienvenidos al Norte no es un lugar que sirva para unir a la pareja sino todo lo contrario. Amenazante y caótica se muestra ante ellos desafiándolos a un cambio que alguno no está dispuesto a afrontar. Carmen intenta encajar en ese mundo donde la obesidad es un problema estético y donde la superficialidad y el culto al cuerpo reinan por doquier. Su marido acepta al principio a regañadientes las reglas del juego, no así ella haciéndose cada vez más pequeña superada por las circunstancias al contrario que su cuerpo que sigue engordando a pasos agigantados. ¡Unas clases de cocina gallega no ayudarán precisamente! El resultado será una fractura en la pareja aprovechada por otros personajes para colarse en sus vidas y conseguir que la separación sea una buena opción para los dos. Cada uno seguirá entonces su camino pero a veces los caminos vuelven a cruzarse ¿Será esta una de ellas?
El sexo es un elemento que siempre está presente en todo el metraje ya sea a través de imágenes o de escenas subidas de tono que demuestran que el amor no tiene en cuenta los kilos. La directora trata de manera diferente los encuentros sexuales entre la pareja restando importancia a los demás. Usará diferentes técnicas cinematográficas para dotarlos de una belleza y una hermosura sin igual como puedan ser la lente desenfocada o la cámara lenta para potenciar sentimientos. Los besos y caricias se convierten así en una demostración de amor por parte de ambos.
Hemos podido ver en numerosas ocasiones en la historia más reciente del séptimo arte el mensaje de que la verdadera belleza está en el interior, un tópico que no por ello es menos cierto. Amor ciego de los hermanos Farrelly era un ejemplo de esto y Paraíso recoge el testigo.
¿Qué decir de la música? Todo un arsenal de buenas canciones ochenteras de grupos españoles como Hombres G o Alaska y Dinarama que se han convertido ya en clásicos intemporales. Una razón más para ir a ver un film que se ríe de la obesidad y que critica abiertamente los métodos-milagro de las clínicas de adelgazamiento que solo sirven para que nos dejemos todos nuestros ahorros. La dieta y el ejercicio físico son las únicas armas posibles y Alfredo es la prueba viviente de ello. Este fin de semana nos contará su historia, nos contará lo que hay que hacer. Yo que vosotros ¡no me lo perdería!
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