Nos batailles (****)
El director belga Guillaume Senez confirma, tras la valiente y empática 9 meses, la especial sensibilidad de su pulso cinematográfico en su segundo filme: Nos batailles. Como hiciera en su ópera prima, Senez pone a prueba la resiliencia de los vínculos afectivos de sus personajes enfrentándolos a situaciones límite que suponen un cambio de paradigma en los ejes que estructuran sus vidas. Cuando Laura (Lucie Debay) abandona sin previo aviso el hogar en el que vive con su marido Oliver (Romain Duris) –quien tiene serias dificultades para conciliar familia y trabajo– y sus dos hijos, Elliot (Basile Grunberger) y Rose (Lena Girard Voss), estos se verán obligados a asumir la nueva coyuntura y adaptarse a ella en la medida de sus posibilidades.
Senez apuesta por un estilo de filmación casi documental, evita el refinamiento estético decantándose por el uso de inseguros movimientos de cámara y encuadres que refuerzan con humanista verosimilitud el inestable estado emocional con que los miembros del núcleo familiar afrontan el sentimiento de pérdida. El arco evolutivo de los personajes progresa en la fricción entre la tendencia pasional a culpabilizar y el proactivo enfuerzo de comprensión hacia el ausente. El aprendizaje, la autorreflexión y el apoyo de personajes familiares que amplían y refuerzan el núcleo –sobresale una colosal Laetitia Dosch en el papel de Betty, hermana de Oliver– terminarán por decantar la balanza.
Nos batailles culmina su posicionamiento humanista –cuyo tono general nos hace recordar propuestas recientes como The Florida Project– a través de un plano final conmovedor que revela una inteligencia emocional arrolladora.
En buenas manos (***)
Si Nos batailles trata los lazos emocionales desde su resistencia a la ruptura, la cinta de Jeanne Herry, En buenas manos, plantea, por su parte, la posibilidad de reconstrucción tras la fractura y pérdida.
El afable Jean (interpretado con precisión por Gilles Lellouche), asistente social, será el vector que reconduzca las carencias afectivas de Theo, recién nacido dado en adopción, para conectar estas con las aspiraciones maternales de Alice (Élodie Bouchez), mujer soltera que se ha mantenido pacientemente inmersa durante largos años en programas de adopción.
De tono sensible y ligero y una dirección tan correcta como convencional, destaca en el trabajo de Jeanne Herry –quien también firma el guion– un afán divulgativo en su exhaustiva y documentada exposición de los procedimientos burocráticos, agentes involucrados y organismos que entran en juego para que un niño dado en adopción encuentre a su adoptante –padre, madre o ambos– ideal –o más idóneo, como la película también se preocupa en reflejar, no nos encontramos ante una ciencia exacta–.
En buenas manos materializa este abstracto, frío e implacable engranaje institucional a través de personajes humanos que interactúan entre ellos con esa incertidumbre y delicadeza –algunos diálogos en apariencia torpes y embarazosos están estudiados al milímetro precisamente para sugerir estas sensaciones– de quien pone todo su empeño en reparar aquello que una vez dejó de funcionar.