En el 2014 una desconocida escritora, Laura Norton, saboreó las mieles del éxito con una novela cómico-romántica en la que a la protagonista, Sara, le pasaba casi de todo en el Madrid más castizo y hípster del barrio de Malasaña. Dos años después la directora catalana María Ripoll lleva la historia de No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas a los cines buscando el mismo resultado.
Sara es una treintañera emancipada que ha montado una tienda vintage, especializada en prendas de vestir con plumas naturales, a la que todo le sale mal. Su padre, en plena crisis matrimonial, su hermana, una jovencita deshinibida y transgresora, su novio y amigo venidos de París y un amor platónico del pasado que nunca se fijó en ella, okuparán su casa y su vida complicándola aún más. La conocida Verónica Echegui es una mujer maniática, supersticiosa, alérgica y romántica que nunca ha tenido suerte con los hombres pero parece que esto va a cambiar. Su novio regresa y ella parece despertar en Aáron, el prometido de su hermana, sentimientos con mucho roce y deseo ¿Qué puede pasar mal? Pues todo, su mejor amiga y compañera organiza un desfile de moda con ella que acaba como el rosario de la aurora, se cuela en un zoo y es detenida por el nuevo novio de su madre, viaja a China y tiene que regresar porque cortan con ella y sufre además problemas de salud. La mala suerte le persigue o el karma, como ella dice. Ante eso solo cabe rendirse y seguir siendo una fracasada o arriesgarse a vivir algo mucho mejor a riesgo de perderlo todo. El final contentará a todos y demostrará que planificar casi todo en tu vida es un error. Hay que dejarse llevar, aprovechar el momento y dejar los corsés para las tiendas de ropa.
Caras conocidas de la televisión y el cine se juntan en No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, una película que se ríe de todo y que no le da importancia a nada. Infantiles momentos y comprometidas escenas que buscan provocar la carcajada fácil. Para amenizar la espera entre gag y gag la directora acude a canciones y música pegadiza de Simon Smith a veces canalla y otras pastelosa que alivia la tensión no resuelta entre los protagonistas. Todos quemamos etapas en nuestra vida, todos cambiamos y pasamos página, todos menos esta Bridget Jones española sin diario y con ropa interior antigua, demasiado responsable y poco divertida, o eso diría el vikingo.
Nada por aquí, nada por allá. María Ripoll no saca ningún conejo de la chistera, todo está inventado aunque lo decore de colores vivos y originales pajaritas emplumadas. Líos y enredos demasiado típicos con padres demasiado modernos en fiestas improvisadas, rollos de verano temporales y peleas con animales que recuerdan y mucho a las movidas juveniles de un cine al que teníamos algo olvidado y del que American Pie es el máximo exponente. En No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas no tenemos tarta de manzana pero si un ordenador y sexo a distancia con pillada paterna incluida.
Física y química para mayorcitos es lo que ofrece este film con título larguísimo y sencilla moraleja. Todos somos Sara en ocasiones, lo importante es que no se nos suba a la cabeza. Nada de nervios, psicosis y malos rollos, fijémonos en las señales o Don´t worry be happy como canta Bobby Mc Ferrin.