Rodada al año siguiente de su precuela Pusher II, Pusher III: Soy el ángel de la muerte supone la, hasta el momento, conclusión de la trilogía que NWR realizó sobre los submundos de la droga en su Dinamarca natal. En esta ocasión, el protagonismo recae en Milo (maravillosamente interpretado por Zlatko Buric, único actor en aparecer en las tres partes), un ya viejo capo de la droga que tiene que, a marchas forzadas, reciclarse y adaptarse a las nuevas generaciones.
El éxtasis es una droga que Milo no controla y es la que recibe en su nuevo cargamento, en lugar de su producto habitual, la heroína; justo el día en que tiene que cocinar para cincuenta personas, pues es el vigésimo quinto cumpleaños de su hija; además, Milo está intentando escapar de la adicción a la cocaína y a la heroína, acudiendo a terapias de grupo (que NWR filma realmente). Todo esa amalgama de contratiempos hace que el mundo de Milo se tambalee, que ya no parezca tan seguro de sí mismo.
Pusher III: Soy el ángel de la muerte es la mejor de las tres partes de la trilogía. Seguramente, NWR se sintió mucho más cómodo centrando sus esfuerzos en contar la historia de solo una persona, con mínimas ramificaciones y sucesos secundarios, y en un más breve lapso de tiempo. En Pusher III todo ocurre, prácticamente, en tiempo real, es más directa, más salvaje, con un ritmo endiablado, que ayuda el estilo agresivo, de vuelta a la cámara en mano, del director danés.
Además, es la más accesible de las tres, por ir directa al hueso de lo que cuenta, pero, ojo, la más desagradable y violenta. El tramo final entronca directamente con los gustos particulares de NWR (que eclosionarían, en toda su plenitud, en el salvaje plano de la cabeza machacada en el ascensor en su obra maestra Drive): exploitation pura y dura, a la manera de un Tobe Hopper debutante, en una secuencia de carnicería (literal) que pone los pelos de punta.
Pusher III: Soy el ángel de la muerte es el broche de oro de la trilogía y la culpable de que nuestro querido NWR huyese de Dinamarca, debido a las atroces críticas que le brindaron los medios a su obra, buscando producción en Inglaterra. Una película más cerca del terror que del thriller, con un soterrado humor negro y un puñado de personajes para enmarcar.