En los últimos veinte años, siempre que el género de catástrofes cae en el olvido, aparece Roland Emmerich; y se encarga de rescatarlo con una nueva propuesta que ha de ser más descabellada que la anterior. Que conste que este tipo de cine siempre me ha seducido. Sí, culpable. Pero eso no quita para que un fan sea capaz de tener ojo crítico. Y por muy predispuesto que uno vaya a ver Moonfall, es poco probable que califique el resultado como satisfactorio.
En este último trabajo del director de Stargate, una anomalía en la órbita lunar obliga a la humanidad a buscar soluciones para evitar su extinción. Cuando casi toda esperanza está perdida, dos antiguos amigos y astronautas (Halle Berry y Patrick Wilson) unirán sus fuerzas con un personaje peculiar, pero brillante (John Bradley), para descifrar la extraña razón por la que nuestra luna se dirige hacia la Tierra.
El realizador alemán es archiconocido por ser amante de la destrucción a escala planetaria. Y no se le da nada mal. Su más reconocida película es, y probablemente siempre será, Independence Day. Claro que en ella actuaron Will Smith y Jeff Goldblum en estado de gracia; y más importante aún, el guion era sólido y no trataba al público como si fuera idiota. Años después también entregó un film notable como El día de mañana. Pero, ¡ay amigo! los guiones empezaron a flaquear con 10000 a.C y 2012. Desgraciadamente Moonfall orbita mucho más cerca de estas dos últimas.
Son varias las piezas que no encajan. Respecto al elenco, no tiene una tarea fácil; pues el guion los esboza a nivel de parvulario. Decir que sus diálogos son tópicos o empalagosos, es quedarse muy corto. ¿De verdad la gente se expresa así? Encima duele más cuando ves a Halle Berry intentar defender semejantes parlamentos. Por no hablar de su nula química con Patrick Wilson. Buen actor, sí. Pero aquí, error de casting.
Tampoco se entiende esa recurrente necesidad de rellenar la trama principal con secundarios que no aportan, que se antojan innecesarios y que, muchas veces, resultan irritantes. En Moonfall distraen del espectáculo y le quitan tiempo a la historia que de verdad importa. Quizás sin ellos los protagonistas podrían haberse desarrollado un poco mejor y habríamos disfrutado de más destrucción que la tacaña ración que nos ofrece Emmerich. Al menos, los efectos especiales sí están a la altura y el final (tranquilidad que no revelaré nada esencial) remonta un poco el vuelo y resulta sorprendente.
Lo mejor es no esperar mucho, apagar el cerebro e intentar que este viaje hacia la luna sea lo más placentero posible. Y recuerda, evita recordar los numerosos agujeros e incongruencias de la trama. Tu experiencia espacial se verá recompensada.