El actor de comedia Bernard Campan aborda su sexto largometraje como director en Mentes maravillosas, que también escribe y protagoniza, al igual que las anteriores. Pero tiene la elegancia de anunciarla como “Una película de Bernard Campan y Alexandre Jollien” pues, efectivamente, este último ha colaborado en el guion y también protagoniza la película, lo que no es habitual si tenemos en cuenta que se trata de una persona de treinta y tantos que sufre parálisis cerebral de nacimiento. Menos común es el hecho de que Jollien haya escrito una decena de libros sobre filosofía y pensamiento.
Son varios los recursos de esta comedia para conseguir gustar y hacernos sonreír: es una historia de amistad entre tipos contrapuestos, se ambienta en el trabajo de una funeraria, se estructura como un viaje transformador, un personaje padece una discapacidad, aborda con naturalidad tabúes como el sexo de los excluidos… El guion y la dirección consiguen enhebrar adecuadamente estos elementos, con el ritmo preciso y una sintonía con el espectador que no desfallece en todo el metraje.
En tiempos de visibilidad de minorías excluidas y personas de identidades no establecidas, es muy oportuna una película como esta que se suma a otras con el mismo espíritu desenfadado y risueño para abordar el lugar en nuestra sociedad (en el trabajo, relaciones sociales, ámbitos familiares, etc.) de personas con una discapacidad. El pie forzado es un encuentro accidental —literalmente— entre Louis, un hombre un tanto solitario que lleva una funeraria, e Igor, el joven con parálisis cerebral que trabaja como repartidor de una tienda de alimentos ecológicos. Este encuentro les lleva a un viaje entre Lausana y Montpellier en un coche fúnebre, con ataúd ocupado incluido, que sirve para que Louis se deshaga de los prejuicios que todos tenemos, Igor se tome vacaciones de su madre controladora y entre ambos surja una buena amistad.
Las citas de Platón y otros filósofos que va desgranando Igor y aplicando con absoluta pertinencia en situaciones de vida cotidiana contribuyen a eliminar nuestros prejuicios hacia personas con parálisis cerebral, lo mismo que el reproche que hace el personaje hacia su madre por haberlo internado en un centro de educación especial. Pero Igor también nos cautiva porque es buena gente, un hombre paciente y alegre en su trabajo, siempre dispuesto a superar las dificultades sin quejas ni sobredramatizaciones.
A mi juicio lo más acertado de Mentes maravillosas es su tono y tratamiento; historia y personajes corrían el riesgo del didactismo, “buenismo” y un talante de “TV movie” más o menos apañada. Pero soslaya bien ese riesgo y aunque su construcción es de película pequeña, nada ambiciosa, consigue emocionar sin ternurismos, hacernos pasar un buen rato con los momentos de humor y hasta repensar la soledad y aislamiento de las personas como Igor (secuencia con prostituta).