«Fuera del circo, la mayoría de la gente tenía miedo de mí. Pero yo no los odio. Les compadecía. ¿Sabes por qué? Porque la mayoría de la gente nunca sabe nada más allá de lo que ven con sus propios ojos.» Rondador Nocturno
X-Men fue todo un taquillazo y la Fox no titubeó un segundo en planificar una segunda entrega. En 2002 se estrenó Spiderman y al año siguiente la Marvel hacía triple entrega con Daredevil, Hulk y X-Men 2. No había duda de que el género de superhéroes interesaba a pesar de los desiguales resultados de algunas de estas películas.
Con el estudio puesto a sus pies, Bryan Singer contó con un presupuesto mucho más abultado para X-Men 2 y su ambición la trasladó también a la historia, más compleja que la de la primera parte. También habían crecido algunos de sus actores: Hugh Jackman era el nuevo chico de moda en Hollywood, Halle Berry ganó un Oscar y fue chica Bond, Ian McKellen ya era Gandalf… Toda esta evolución desembocó en una película muy superior a la primera entrega en todos los sentidos: más espectacular, más larga, mejor acabada y, sobre todo, con más confianza en sí misma. Aquí ya no hay rastro de la prudencia por contar la historia de unos señores con superpoderes extraños.
Singer continuó aprovechando el subtexto de los X-Men, las diferentes formas de adaptación de los diferentes frente a los normales, pero los hizo unirse a un enemigo común. El Coronel William Stryker desarrolla un complot para acabar con todos los mutantes. Así, los X-Men deberán aliarse con Magneto para enfrentarse a esta amenaza que les afecta a todos. También descubriremos más trazos del pasado de todos los personajes, pero sobre todo de Lobezno convertido aquí en estrella de la función pero sin llegar a eclipsar del todo al resto del reparto. Nuevamente, Singer maneja con increíble soltura un relato con gran abundancia de personajes y nunca pierde el pulso del realismo que impuso en la primera entrega.
Especialmente destacables son las incorporaciones de los personajes de Kurt Wagner, El Rondador Nocturno, y el malvado Coronel Stryker. El primero protagoniza la que es una de las mejores escenas de toda la saga: el intento de asesinato al Presidente de los Estados Unidos en la Casa Blanca. Eso es empezar una película por todo lo alto. Con el Dies irae de Mozart a toda pastilla y un mutante que se teletransporta. Además el demonio alemán incorpora toda una serie de lecturas religiosas a su personaje que hace que toda la metáfora de la intolerancia se vea engrandecida. En segundo lugar, está Brian Cox, el primer Hannibal Lecter del cine. Su interpretación serena y tensa al mismo tiempo de un padre atormentado por el hecho de tener un hijo mutante es especialmente sobrecogedora.
X-Men 2 fue un éxito aun mayor que la primera parte tanto de crítica como de público. De nuevo los talibanes comiqueros salieron más que satisfechos con el hecho de que se les tomase en serio y el espectador profano no se vio especialmente agredido por un universo ajeno. Como última curiosidad, comentar que fue uno de los primeros blockbusters veraniegos que tuvo un estreno simultáneo en todo el mundo, inaugurando así una costumbre que se impondría con el objetivo de combatir un nuevo fenómeno que empezaba a surgir a principios de la pasada década: las descargas en internet.
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