Es complejo hablar sobre una película sobre la que parece que ya se ha dicho todo. Más difícil cuando esa película ha sido examinada con una minuciosidad, que sería deseable para cosas más productivas, y que solo sirve como acto autocomplaciente de algunos. Es complejo hablar regular de algo tan elogiado y no parecer pretencioso.
Mad Max: Furia en la carretera es un despropósito cinematográfico, que no una mala película, aunque tampoco una buena. Una película donde todo empieza sin explicación, sin introducción, y antes de poder entender que estamos viendo, ya andamos inmersos en la primera persecución, rodada con cámara en mano, algo que creí se había extinguido ya del cine actual.
No es un despropósito sin más, es un desparrame, que crece y crece en ese desparrame, dentro de una historia que está completamente contada en el tráiler, y que se ajusta al argumento de la segunda película de la saga, donde el héroe asume su papel muy a su pesar. Un desparrame visual, incluso musical. Sí, es lo que George Miller regala al espectador en esta película, donde es innegable el trabajo del equipo de arte, para mejorar, y emular, sin desfasar, la estética de películas anteriores, incluida aquella donde Tina Turner lucía un pesado vestido metálico, trabajo artístico que se desborda con elementos que exceden lo bizarro y la locura que la película pretende representar.
Mad Max: Furia en la carretera ofrece acción trepidante, persecuciones constantes, locura, gritos, estética apocalíptica de la que sus antecesoras fueron precursoras, vehículos imposibles y un sinfín de detalles e historias paralelas, que ignoradas completamente dan el punto negativo, pues, a mi parecer, el conjunto de la épica huida de Furiosa y Max habría sido más interesante conociendo con más detalle las historias de aquellos que les acompañan, o de sus perseguidores. Personalmente creo que saber cómo Immortan Joe llega a ser lo que es, habría sido mucho más interesante. Igual se reservaron aquello de contar historias para la siguiente película de la saga, ya en proceso, Mad Max: The Wasteland.
Mad Max: Furia en la carretera no es un estirado de una saga extinguida, ni es la utilización indeseable de un mítico titulo de los años ochenta en algo que no se asoma a lo esperado, pero si es una descafeinada continuación de un éxito añejo; descafeinado porque la violencia reproducida en las cintas anteriores no aparece ni como un reflejo, consecuencia del tiempo cinematográfico que vivimos y de la extraña tiranía de tener que hacer consumible una película para el mayor espectro de público posible. Descafeinado porque se prescinde de explicaciones en favor de la trepidante persecución, el todo por el todo en favor de ofrecer un producto con público, pero, a mi entender, en favor de un producto efímero, que solo perdurará gracias a su título.
Mad Max: Furia en la carretera, por otro lado, es un compendio de referencias y de los llamados huevos de pascua a las películas anteriores, aunque en algunos casos es hilar muy fino, ya que los que realizan los análisis confunden referencia con el concepto de continuidad. Mad Max: Furia en la carretera no es lo que muchos han querido ver, pero tampoco es algo que no merece ser visto.
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