Resulta curiosa la moda esta de cine protagonizado y dirigido a adolescentes (young adult, como lo llaman los anglófonos). Primero, porque sus protagonistas no son adolescentes, sino gente de veintitantos años que ya dejaron la edad del pavo atrás hace un lustro. Segundo, porque no dejan de ser películas ideadas y pergeñadas por señores ya talluditos que pretenden imponer una idea sobre qué es ser adolescente (por poner dos ejemplos, la escritora Suzanne Collins contaba con 46 años cuando escribió Los juegos del hambre y, a día de hoy, el director Francis Lawrence tiene 43). Esto no quiere decir, ni mucho menos, que alguien en la cuarentena no pueda entender y escribir sobre el alma adolescente, pero no deja de despertar mi mosqueo esto de alentar a los jóvenes a la revolución desde un blockbuster de Hollywood (de todos modos se cuidan de que los malos sean muy malos para que el enfrentamiento esté totalmente justificado y no haya resquicios de ambigüedad).
Los juegos del hambre: Sinsajo Parte 1 comienza exactamente en el punto en el que se quedó Los juegos del hambre: En llamas, con Katniss Everdeen siendo rescatada de los juegos del hambre, dejando atrás al paganfantas de Peeta. Ahora, Katniss deberá aprender a ser el sinsajo, el símbolo de una revolución que veremos como se fragua. Sin duda, esto resulta ser lo más interesante de la función: asistir a como la protagonista debe asumir este rol, un poco en contra de su voluntad, mientras contemplamos como tiene lugar un juego de propaganda política y de asunción del papel que la historia tiene preparado para la joven heroína.
Nuevamente el buen hacer de Jennifer Lawrence levanta bastante el interés, sobre todo cuando tiene que codearse con un estupendo Phillip Seymour Hoffman, un sádico Donald Sutherland y una menos inspirada Julianne Moore. Los cuatros actores son el único asidero al que acogerse en una narración excesivamente extendida en el que se suceden gran cantidad de escenas irrelevantes que solo tienen la misión de alargar el tema hasta las dos horas y provocar la existencia de una segunda película. El director Francis Lawrence no muestra demasiada pericia ni en hacer visualmente atractiva Los juegos del hambre: Sinsajo Parte 1 y se limita a poner en imágenes el guión que le han dado.
Todo acaba en un cliffhanger que es el signo de los tiempos, donde las fronteras entre las series de televisión y las sagas cinematográficas se esfuman cada vez más. De hecho, toda la saga se podrá ver como una serie de nueve o diez episodios y lo mismo se hace más llevadero que cuatro películas de más de dos horas. Esperemos que al menos Los juegos del hambre: Sinsajo Parte 2 vaya más al grano y se pierda menos en meandros discursivos que no sé cómo los jóvenes de hoy en día son capaces de aguantar.
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