Ser una madre divorciada y abogada de éxito tiene su miga. Conciliar vida laboral y familiar no es nada sencillo. Victoria Spick hace todo lo que puede pero no es suficiente y necesita una ayuda extra y una gran cantidad de consejos que reconduzcan una vida tan desordenada como su casa. En una boda, con sorpresa, conocerá a Sam, un antiguo cliente suyo que traficaba anteriormente con drogas y volverá a mantener contacto con un amigo que le pedirá ayuda al ser acusado por su novia de intento de asesinato. Virginie Efira poco a poco se irá dando cuenta de que ya no le llenan ni entusiasman los esporádicos encuentros sexuales con desconocidos del chat, necesita establecer una mayor relación con sus dos hijas y es conveniente que abra su corazón a nuevos sentimientos. Los casos de Victoria, uno de ellos en contra de su ex marido, un mediocre escritor que ha utilizado su persona para lucrarse, marcarán su próximo destino para bien o para mal. Su psiquiatra y una adivina que le echa las cartas trataran de dar con la tecla que pueda sacarle de ese vacío existencial en el que se encuentra desde hace tiempo con un trabajo que le absorbe y que hace que no pueda mantener o consolidar unas amistades duraderas y profundas.
El tipo de cine que cultiva y riega la directora francesa Justine Triet se basa en propuestas con historias muy humanas y reconocibles en la actualidad alimentado por interesantes diálogos en donde nada es intranscendente, donde todo tiene importancia cuidando detalles que radiografían a cada uno de los personajes por dentro y los fotografían por fuera. Hablan con silencios y actos invisibles para los demás a veces con exagerada ternura o seca dureza, segundos que son eternos cuando el momento es incómodo, como el encuentro entre la abogada criminalista y Eve, la presunta agredida en el baño del juzgado.
Los casos de Victoria apenas utiliza exteriores y la directora se decanta por escenas íntimas con pocos personajes, a menudo duetos que conversan en trenes, habitaciones o salas pequeñas, como la del masajista. Las multitudes las deja para la boda o el juzgado donde se celebran los dos juicios reducidos a pocos minutos con importante presencia animal, chimpancé que retrata a los presentes con su cámara o hace selfies a diestro y siniestro y perro dálmata que ha sido testigo de la agresión por la que se inculpa a su amigo Vincent.
Victoria está acostumbrada a usar a los hombres para su propio beneficio, una feminista encubierta que los tira cuando ya no le son útiles y que cree que puede comprarlos con dinero o con regalos materiales, como a su anterior niñero, un pesado vigilante o a Sam al que mantiene en casa como ayudante becario. La transformación y metamorfosis es más que evidente. Su desequilibrada y caótica vida mejora con uno de ellos que no pretende herirla y que ha roto la coraza que ella llevaba puesta. Está cuando le necesita sin pedir nada a cambio, brindándole auxilio en momentos delicados, como cuando ingiere pastillas a mansalva y le ayuda competentemente con su trabajo y hogar brindándole su compañía. Aprenderá entonces que el roce hace el cariño y que el amor no sabe de cheques, monederos o tarjetas de crédito. Una lección que no puede leerse en las cartas y que está lejos de descubrirse en una sesión de hora y media con diván. El drama inicial e inteligente que propone Los casos de Victoria ha pasado a una comedia tradicional y purista con unos protagonistas que esperamos corran desesperados y se encuentren en algún lugar solitario y romántico donde exteriorizar sus verdaderos deseos con declaraciones glaseadas y un je taime muy francés.
Los cinco premios Cesar a los que estuvo nominada Los casos de Victoria, incluidos mejor película y mejor actriz, junto a la gran taquilla en Francia le auguran una buena acogida este fin de semana. Parece que han quedado atrás los estrenos veraniegos familiares y que septiembre comienza con buena pinta y mejor nivel, como suele ocurrir cada año.
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