En un mundo donde manda la integración no podía faltar esta acomodándose en un espacio rural, como es Fuentejuela de Arriba, un pueblo donde todos se conocen y se han establecido unos vínculos difíciles de marear. La directora argentina Marina Seresesky que ya había trabajado en teatro con Carmen Machi en La puerta abierta, del 2016, la convierte en Lo nunca visto en una prometedora alcaldesa que debe lidiar con dos de los mayores problemas que tiene su pueblo: una lucha con sus vecinos de abajo y una repoblación que solo ha podido conservar a un habitante, el hippy guiri Jon Kortajarena que vive aislado en su nuevo hogar ¡Parece que eso va a cambiar! Cuatro africanos que hablan una lengua desconocida han llegado hasta allí huyendo de la mafia española que los quiere esclavizar en un local de alterne.
El cine de contrastes siempre tiene buena acogida, nos encanta eso de comparar los opuestos y hacer que las diferencias al final se conviertan en comunes puntos de vista. El miedo y rechazo que provoca lo desconocido saca lo peor de nosotros haciendo que nos perdamos la posibilidad de avanzar en un mundo globalizado donde caben todos. Cada persona aporta su granito de arena en este desierto al que llamamos sociedad, enriqueciendo las culturas y engrandeciendo los corazones. La comedia es una buena puerta a la que tocar y Marina Seresesky la tira abajo banalizando nuestras peores pesadillas y colocándole la medalla a todos aquellos que de primeras hemos prejuiciado erróneamente. Para ello se toma su tiempo. Lo nunca visto tiene una primera parte en la que presenta a cada uno de los pueblerinos, incluida su casa y sus costumbres y los extranjeros invasores que no vienen a llevarse a sus mujeres ¡a sus hombres quizás! ni a robarles lo poco que atesoran. El encuentro enmarcado en la nieve, contraste también de colores, blanco del paisaje nevado y negro de su piel, es quizás de lo más interesante de un comienzo muy típico que recuerda a la impresionante Bienvenido Mr. Marshall con la presentación a los posibles forasteros de sus famosas y caseras yemas.
Azquil parece el inteligente jefe de un variopinto cuarteto que solo tiene en común su baile tribal y sus ganas de quedarse en la nueva tierra a la que han llegado. Shukra es la fuerza bruta que se manifiesta con todo y con todos y que sospecha de aviesas intenciones por parte de los aldeanos montañeses. Calulu es la ternura y el sentimiento, el corazón de un cuerpo que en ocasiones se desmembra en muchas partes trabajando para la comunidad. Por último encontramos a Latisha, una mujer de nuestro tiempo apasionada, valiente y moderna a la que no le importa experimentar nuevas sensaciones y enamorarse de quien menos le conviene. En el otro campo, detrás de la red, devuelven los primeros drives, voleas, globos y finales dejadas un desastroso grupito encabezado por esa alcaldesa molona, un teniente alcalde en funciones con el rostro de Pepón Nieto y unos ciudadanos de lo más peculiar y cerrado como son dos hermanas solteronas, una mandona madre, un adolescente con las hormonas desatadas, el dueño del único bar, un violento anciano amante de los tiros o una reciente viuda con secreto.
Al final en Lo nunca visto todo se reduce a la búsqueda del amor, sea del palo que sea y a la lucha compartida en pos de un fin común como es la perpetuar las costumbres locales y no abandonar algunos de los rincones de la España profunda. La problemática de la despoblación de ciertas zonas está dejando yerma una tierra que jamás debía estarlo por la riqueza de la que dispone. En realidad la amenaza no viene de África sino de mucho más cerca, unos políticos sin escrúpulos que venden su vida y las de los demás al mejor postor o a aquel que pueda hacerles ricos. Para ello no dudan ni un segundo en aliarse con un diablo que huele a azufre y viste de traje, se hace acompañar de esposa consorte y tiene poco de policía y también de Paco, solo su nombre real.
¿Es verdad que todo esto huele a conocido y muerto? Pues sí, pocas novedades encontramos en el guión de Lo nunca visto , con escenas con malentendidos embarazosos, desnudos de espaldas y golpes de efecto que son un boomerang loco y peligroso. Yo creo que tampoco Marina quería meter en profundidad el dedo en el ojo, solo provocar un pequeño escozor en todos aquellos que todavía hoy en día viven en su perpetua y pequeña bola de cristal, aquí una estampa navideña amenazada con ventisca pero no aislada del resto del mundo. Estos habitantes de Matrix van a dejar en la palma de la mano la pastilla azul y tragarse la roja sin agua esperando que nosotros también lo hagamos o al menos morirán congelados en el intento ¡Prefiero ir de boda cuatro veces que una de funeral!
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