Advertía Eugéne Green en la presentación de Le fils de Joseph que su cine es algo muy particular para el espectador, que tuviesen paciencia en captar su propuesta y que una vez dentro seguro que disfrutarían mucho. No le faltaba razón al director neoyorquino de carrera francesa a la hora de disponer a una sala repleta a su inaudita forma de rodar.
La historia de Le fils de Joseph podría ser el argumento de cualquiera de las comedias francesas que nos estrenan cada semana: un chico intenta buscar a su padre, ya que se su madre se niega a desvelar su identidad; en el proceso, encontrará divertidos impedimentos que le llevarán a entender la postura de su madre. La particularidad reside en la puesta en escena que plantea Green con unos actores de registro impasible, con la cámara centrada y un ritmo parsimonioso donde los incisivos diálogos son recitados con risueña antinaturalidad.
Le fils de Joseph se sirve de diversos pasajes bíblicos para estructurar un relato sobre la paternidad y la responsabilidad donde destaca un Mathieu Amalric, como un editor literario de escasa moralidad y aun menos deseos de ejercer como padre. Green insiste en numerosas citas cultas extraídas de la historia del arte, la literatura y la música como vía de escape para sobrevivir en la rutinaria y mediocre existencia de nuestros días. Todo ello sin olvidar que, aunque a veces produzca desconcierto, estamos ante una comedia que alterna la sonrisa con alguna carcajada incómoda.
Aun así, Le fils de Joseph puede llegar resultar algo plomiza a pesar de ser todo un golpe de estilo más allá de cánones clásicos (e incluso modernos). Una extravagancia que nos muestra un cine como pocas veces vemos, incluso en estos territorios del cine de autor donde muchas veces se confunde la insolencia con la condescendencia.
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