Las lágrimas de África relata la historia actual de cientos de personas que, soñando con un futuro mejor, luchan contra una sociedad que les impide salir de sus territorios, cuando lo que ellos buscan es conseguir unas necesidades básicas que sus países no les pueden aportar. El documental desarrolla con profundidad la historia de muchos subsaharianos que malviven en zonas como Bolingo o el monte Gurugú, y arriesgan sus vidas intentando saltar la valla de Melilla y luchando contra la policía marroquí y española que, con un trato denigrante, se aprovechan de ellos y los usan como si fueran desechos.
Siendo un tema que debería mover a la sociedad a cambiar esta situación para que las condiciones de vida fuesen iguales para todos, el documental peca de directora principiante que desde el inicio muestra claros errores en la realización del mismo. Y es que aunque la cinta se divida en diversas partes, se nota cierta desorganización a la hora de presentar la historia. El documental mezcla los relatos de personas que han vivido en esas zonas, los testimonios de personajes populares y las opiniones personales de la narradora con un desorden y una falta de equilibrio entre momentos relevantes y secuencias concisas que perdura en todo momento. A su vez, la narradora no facilita la visión del documental ya que su voz parece la de una grabación monótona que constantemente combina opiniones poco neutrales con información real llegando a contradecirse en alguna ocasión, y haciendo que el espectador se sienta perdido tras la diversidad de conceptos que vienen y van a su libre albedrío.
En cualquier caso y a pesar de errores en la estructura, la presentación o la narración, merece la pena ver Las lágrimas de África por las historias reales que la propia directora grabó en su viaje por tierras africanas, que nos hacen darnos cuenta de la situación incomprensible que entre todos estamos permitiendo, que deshumaniza y humilla la condición humana.