Hay momentos donde el preciosismo se vuelve el único motivo para componer una obra cinematográfica, y esto fue lo que hizo Terry Gillian al enfrentarse a contar una historia que es fascinante a la par que sorprendente, componiendo sin duda una película que, a mi juicio, merecería más reconocimiento, y sobre todo, que fuera llevada como una de esas películas que la gente debe ver, en esas más que cuestionables listas de recomendaciones.
Es una mera cuestión de filia, que esta historia me fascinara desde pequeño, desde que un viejo cuento cayera en mis manos apenas cuando empezaba a poder interpretar textos unidos a ilustraciones de dudosa calidad; historia que fui ampliando a medida que pude acceder a diferentes formatos de la misma. Karl Friedrich Hieronymus, barón de Münchausen, un personaje real, que desde su humilde origen llega a combatir en dos ocasiones contra las invasiones Turcas, y es al regresar, cuando ostenta un título nobiliario, posición y reconocimiento, que supuestamente narró sus historias y vivencias.
Es difícil distinguir si realmente sus historias fueron así de fantásticas, o si fueron creciendo por su leyenda y su fama, llegando a narrarse que viajó de forma frecuente a la luna, donde conoció al rey y la reina, o que consiguió eludir los horrores de una ciénaga usando su propia coleta para salir de ella. Es posible que Rudolf Erich Raspe llevara al extremos las historias del orgulloso militar, pero lo cierto es que nos regaló una de las más maravillosas historias, a medio camino entre lo quijotesco y la riqueza de decorados que se narran en Los Viajes de Gulliver, donde la descripción del personaje pasa de la comedia burlesca al más puro romanticismo, donde no hay lugar para el racionalismo, encarnando a un heroico bufón, que inspira ternura y fascinación a partes iguales.
Terry Gillian no se enfrentó este personaje como una adaptación literal de las historias narradas, del vuelo en bala de cañón, de la carrera de kilómetros por una botella de vino, o de los viajes a la luna, Gilliam nos muestra a un Barón de Münchausen en el ocaso de sus días, decrepito, y rodeado por una corriente racional que deja sin sitio a todo lo que el representa, que aparta y no considera la fantasía, que no cree posible lo que sencillamente es imposible.
Un plantel de actores que encarnan a los sirvientes del Barón, Gustavus, Albrecht, Berthold y Adolphus, así como actores que dieron momentos memorables para la historia del cine, como fue Uma Thurman interpretando el nacimiento de Venus. John Neville esta increíble, encarnando la más cómica interpretación del personaje, dotado de su aspecto aguerrido, su comida y desproporcionada nariz, y siendo todo lo que se le puede pedir a este patético héroe.
Las aventuras del Barón Münchausen es mucho más que una magnífica película de aventuras, es una reflexión sobre lo que nos sucede cuando creemos madurar, y perdemos la esencia de las cosas, o la capacidad de mirarlas de forma diferente, es un ambiente magnifico el compuesto por Gilliam, que pasa de la suciedad y penumbras a la luminosidad más embriagadora, y que nos devuelve, al menos a este que suscribe, a su más tierna infancia, reviviendo las historias que leí miles de veces, historias que narran las aventuras de un loco, que termina siendo el héroe, patético, pero héroe.
En el aspecto técnico, los efectos especiales, que le merecieron una nominación a los Oscar, así como los decorados y vestuario, son merecedores una mención, pero por mi parte me gustaría destacar como Las aventuras del Barón Münchausen sigue un orden argumental completamente anárquico, sobre todo porque se aleja de la historia de los cuentos infantiles, como el guion mezcla a personajes reales con supuestos personajes imaginarios, llegando un momento donde el espectador no es capaz de distinguir, ¿y a quien le importa? En realidad creo que a nadie, pues no soy capaz de imaginar a nadie buscando explicaciones en esta historia.
De una forma magistral Gilliam revive al Barón de Münchausen al mismo tiempo que crece en el espectador la fe en lo imposible, al mismo tiempo que el combate entre razón y fantasía es ganado por la segunda, y nos muestra lo primero como el fin de lo que nos hace humanos. A medida que la película crece, Münchausen gana en juventud, en color, en alegría, pretendiendo transmitir que se alimenta de las emociones del propio espectador.
Las aventuras del Barón Münchausen es perfecta para disfrutar de buen cine, y de una tarde de invierno en casa, espero que si alguien se anima a verla, la disfrute tanto como yo.