No debe haber sido tarea fácil elegir que película merecía ser la ganadora del festival Alternativa en un año donde prácticamente las ocho películas que competían proponían nuevas cosas resueltas con mucha calidad. Sin embargo, El silencio es un cuerpo que cae, por su modestia, su aproximación a varios temas delicados y la propuesta de releer el pasado a través de grabaciones caseras, es justa ganadora del festival.
Agustina Comedi, prácticamente veinte años después de la muerte de su padre decide acercarse a él a través de sus grabaciones de VHS y 8mm. Un hombre que vivía pegado a su cámara hasta el punto que el día que murió a causa de un accidente estaba filmando. Varios son los aspectos por los que es muy interesante de descubrir quien era el padre de Agustina. Su militancia política comunista en la Argentina de los 70, su vinculo con la farándula gay y transexual de la época pero sobre todo, el hecho de que su padre hubiese tenido una relación durante 11 años con un hombre antes de casarse con su madre. Comedi quiere conocer a su padre con profundidad, por eso no duda solo en analizar todas las cintas grabadas por él sino también en aproximarse a través de entrevistas a sus amigos y personas que le conocían o creían conocerle. Javier Comedi fue una persona muy enigmática y magnética y gracias a él podemos transportarnos al contexto de la argentina de los 70/80 y todas las represalias que podían recibir aquellas personas que pensaban o actuaban de forma distinta a los demás.
El silencio es un cuerpo que cae es sobre todo un ejercicio prodigioso de montaje de material de archivo para descubrirnos a una persona por la forma en qué grababa y cómo lo graba. No deja de ser muy tierno y revelador que sea su propia hija quien decida coger la cámara también para acercarse a aquellas personas que le conocían y habían sido grabadas por su propia cámara. La exploración de una persona acaba convirtiéndose en el análisis de una época y de una vida desde un punto de vista político y social. El silencio es un cuerpo que cae es sin duda un claro ejemplo del poder de la relectura de las imágenes, de su contextualización y de traernos al presente no solo personas sino también toda una época.
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