Hace tiempo que vengo planteándome como sería la posible hibridación ente cómic y cine. Vivimos en una era en que todas las artes se mezclan y el cine, la pintura, el ensayo, la literatura o la poesía pueden ser perfectamente maleables y combinables hasta el punto de que nacen nuevas formas de arte gracias a estas hibridaciones. Sin embargo hasta la fecha no se han realizado en el cine demasiadas aproximaciones al cómic desde un punto de vista formal o de cómo funcionan internamente. Una vez la noche es un claro ejemplo de que estas dos artes son compatibles en la gran pantalla y de que pueden generar sensaciones únicas.
La cineasta Antonia Rossi crea una película muy difícil de clasificar. Podríamos encajarla dentro de la animación, ya que buena parte de la película la forman ilustraciones. Pero son dibujos fijos, animados únicamente a través del sonido. También podríamos encajarla dentro del género documental, ya que varios de los relatos narrados tienen sus bases a la realidad. Pero es obvio que hay mucha ficción en las narraciones que propone. ¿Deberíamos situarlo entonces dentro del género de cine experimental donde cabe todo lo inclasificable o se merecería un género para sí mismo como por ejemplo el cine-comic? Lo que está claro es que Antonia Rossi reinventa en Una vez la noche la forma de explicar historias. Al principio del film uno tiene dudas de si el largometraje aguantará durante 70 minutos tan solo con ilustraciones acompañadas de un gran diseño sonoro. Pero Rossi es rápidamente consciente de ello y se inventa cuatro relatos diferentes que se van intercalando. Cada uno de ellos con un tipo de ilustración diferente que nos transporta a los cómics de autores como Robert Crumb, David. B, Julie Doucet, Marjane Satrapi o las primeras incursiones de Alejandro Jodorowsky.
Todos deberíamos darle a una oportunidad a Una vez la noche, no solo por la innovadora propuesta que supone a nivel formal sino por su maravilloso guion con el que somos capaces de ver reflejado lo mejor y lo peor de nosotros. Probablemente pase desapercibida y nunca más se hable de ella pero con un poco de suerte puede sentar las bases de una nueva forma de hacer cine.
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Enhorabuena para Antonia la cineasta y Roberto, el guionista. Un abrazo para los dos. Madrid, España.