Que un nuevo Almodóvar llegue a las salas de cine es siempre motivo de fiesta, celebración y jolgorio, en el formato que sea. Un anuncio dirigido por Almodóvar tendrá más cine en sus fotogramas que el noventa por ciento de las producciones que aparecen en la cartelera (o en los servicios de streaming, visto lo visto). No habrá pocos que se pregunten si merece la pena ir al cine para ver la media hora que dura La voz humana y salir, y no hay una respuesta fácil: ¿Deberían los cines cobrar por la duración de las películas, como si fuera una carnicería? Oiga, póngame cuarto y mitad de Haneke y si le sobra media horilla de Almodóvar.
¿Salimos más satisfechos de una película mediocre y larga o de una buena y corta? Y si la respuesta es obvia, ¿por qué hacer de menos un cortometraje? Y no cualquiera, ojo: La voz humana es no solo el primer trabajo del manchego en inglés, sino también una oda a la soledad, un ejercicio del arte del desprecio, un viaje por las sensaciones del ser humano al echar de menos. Y todo ello con tan solo una única cara y voz, la de Tilda Swinton, una de las mejores actrices de nuestra era.
Tilda Swinton compra un hacha, va a su casa, echa de menos, espera. Apuñala un traje, espera una llamada, ansía, suplica. Se empodera, enfada, destruye, ama. En tan solo media hora, la actriz, a partir de un guión del propio Almodóvar basado en una obra de Jean Cocteau, construye un personaje complejo pero al mismo tiempo accesible, con el que no es un reto identificarse pese a sus idas y venidas, sus contradicciones y ansias que acaban devoradas por la resistencia a olvidar.
La voz humana peca de teatral, sí (al fin y al cabo es un monólogo de media hora) pero tiene todas las características de una obra del director: los colores vivos, la sofisticación de los planos, las expresiones que dicen más que muchas palabras… Es una extrañísima obra dentro de su filmografía pero al mismo tiempo es totalmente coherente con el resto de la misma. Almodóvar habla sobre la importancia del espacio en la obra, sobre lo teatral y lo cinematográfico, sobre los diferentes planos de la existencia del personaje.
Y Swinton, por supuesto, aguanta cualquier papel con la claridad de una actriz que sabe perfectamente que su presencia impone, levanta, mejora. No se echa de menos metraje, ni necesitamos continuar con el personaje: es un corto perfectamente autocontenido, un experimento pandémico del director que resulta ser una de las grandes sorpresas de un año marcado por su imprevisibilidad.
Y además sale un perro guapísimo.
2 comments