La teoría del todo, sufrimiento, humor e Instagram

Si cuando hablaba de The imitation game (Descifrando Enigma) mencionaba todos sus componentes formulaicos que hacían de ella una película correcta pero antigua, ahora nos llega La teoría del todo con unas características sospechosamente similares: producción británica, historia de autosuperación basada en hechos reales y, por supuesto, un personaje bigger than life. En esta ocasión, la película de James Marsh, director de los estupendos documentales Proyecto Nim y Man on Wire, se basa en las memorias de Jane Hawking, primera esposa del astrofísico Stephen Hawking. Por supuesto, la historia centra gran parte de su acción en el hecho de la enfermedad del científico y en como Jane hizo todo lo posible por salir adelante con una familia que además sumaba tres hijos.

La teoría del todo toma de Stephen Hawking su legendario humor que le ha hecho convertirse en un icono pop. Marsh y su guionista Anthony McCarten calculan con muy buenas formas el difícil equilibrio entre el drama y la comedia dando como resultado una ligereza que se agradece mucho en este tipo de películas. Además, añaden unas buenas dosis de romanticismo, algo almibarado al principio y mucho más maduro y complejo en su parte central y final.

La teoría del todo

Una vez superada esa naif parte de conocimiento de los personajes de Stephen y Jane Hawking la película cambia de protagonista: la excelente Felicity Jones toma el mando de la narración y los conflictos, y La teoría del todo toma vuelo. Esta parte central de la película, con Jones sufriendo pero enfrentándose con entereza a la enfermedad de su marido, es sin duda uno de los mayores valores a tener en cuenta: estamos acostumbrados a ver al enfermo superarse, pero es poco habitual centrar tanto la atención en el personaje que está a su lado y sufre igualmente. Por su parte, Eddie Redmayne compone un Hawking lleno de humanidad y gracia, tal y como estamos acostumbrados a ver al científico. En el duelo sale ganando Jones por el simple hecho de que no tenemos referentes y la actriz parte de cero. Redmayne lo tiene más fácil: con verse horas de vídeos del personaje basta con hacer una eficiente imitación. Aun así, el actor aporta la suficiente simpatía al personaje como para que La teoría del todo no caiga en un insoportable dramón.

Pero James Marsh, con ganas de hacerse el modernito y que no le acusen de que esto es lo de siempre, inunda la película de filtros de imágenes molones con muchos colorines a lo Instagram y cámaras lentas para que nos enteremos de que tiene vocación poética. Esta pretenciosidad en la imagen se comprende por el deseo de Marsh de salirse de la norma, pero termina jugando en su contra porque no consigue extraer verdadera poesía de tanta imagen sobreproducida y se queda en un pobre imitador de Terrence Malick, sin ni siquiera llegar a ser ridículo por exceso.

La teoría del todo

La teoría del todo, al igual que The imitation game (Descifrando Enigma), supone una buena oportunidad de conocer un personaje célebre, pero es cine que se ve con agrado y entretenimiento pero que olvidaremos en unas semanas. O al menos hasta que se celebren los Oscars.

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