Juliet Ashton (Lily James) es una escritora que mantiene correspondencia con uno de los miembros de una sociedad literaria constituida en la isla de Guernsey. El creciente interés que esta sociedad despierta en Juliet la empuja a viajar hasta la isla con la intención de escribir sobre la historia que une a sus integrantes. Con el estreno de La sociedad literaria y el pastel de piel de patata, adaptación de la novela homónima escrita por Annie Barrows y Mary Ann Shaffer, el director Mike Newell reafirma las inclinaciones literarias que ha mantenido durante toda su carrera cinematográfica –con títulos como La máscara de hierro (TV), Un abril encantado, Harry Potter y el cáliz de fuego, El amor en los tiempos del cólera, Grandes esperanzas, etc–.
En esta ocasión, el proceso de traslación del verbo a la imagen servirá como plataforma desde la que Newell reflexionará sobre la capacidad de ambos medios –y de la ficción, en términos más generales– para unir a las personas bajo un refugio común cuando la adversa realidad alienta la búsqueda de una vía de escape y cobijo. No es casualidad que el origen mismo de la sociedad literaria que da título a la película tuviera la improvisada –y literal– función de salvoconducto.
La sociedad literaria y el pastel de piel de patata es, ante todo, evasión, puro entretenimiento agradable y encantador que gira alrededor de personajes que derrochan humanidad en entornos bucólicos fotografiados como si fueran postales –para crear este tono reconfortante, la propia personalidad de Lily James juega un papel fundamental: su nombre debería aparecer en el diccionario como sinónimo de charming –.
Atendemos a los hechos que narra la cinta con la misma actitud con que escuchamos a aquella amable señora mayor procedente de la campiña inglesa a la que un día conocimos durante un viaje en bus. Para amenizar el trayecto, la señora comienza a relatar sus historias de juventud, aderezadas con fuertes dosis de amor, guerra, amistad y contratiempos de todo tipo. La reticencia e incredulidad inicial se van transformando progresivamente, por fuerza de pura simpatía, en un interés sincero, hasta que de pronto te ves implicado y envuelto en sus recuerdos, definitivamente magnificados por una tendencia melodramática e hiperbólica que podemos atribuir al paso del tiempo y las fallas de la memoria.
Esta señora quizá no te aportó realmente nada nuevo, puede que olvidaras sus historias inmediatamente después de despediros, pero de alguna forma, al ver La sociedad literaria y el pastel de piel de patata permanece esa cálida sensación de agradecimiento hacia alguien que compartió algo contigo por el mero hecho de hacerlo.
1 comment