Cuando uno acaba de ver La gran seducción de Don Mckellar tiene la sensación de haber visto una buena película. Y así es, La gran seducción es una obra que consta de una buena historia y unos buenos personajes; un producto no solo creado para entretener y divertir sino también para que el espectador sienta una empatía y conexión con la historia. Entonces, ¿dónde está el problema? ¿Por qué no limitarse a escribir sobre sus aspectos positivos y definir los dos o tres errores que puedan molestar al espectador? Porque probablemente el público que vea esta película (un público que en su mayoría constará de matrimonios o familias que busquen entretenerse y divertirse un domingo por la tarde) desconocerá los orígenes de la obra.
La gran seducción es un remake de una película de mismo nombre rodada 10 años atrás. Yo, personalmente, no tengo absolutamente nada en contra de los remakes, al contrario, si están bien construidos y aportan novedades respecto a los films originales, soy un firme alabador de ellos. Hay que recordar que grandes películas de la historia del cine, como La mosca de David Cronenberg o Scarface de Brian de Palma, son remakes. Pero La gran seducción de Mckellar (muy a mi pesar porque se trata de una buena película) pierde el calificativo de remake y se convierte en un vulgar e innecesaria copia. Los cambios respecto a la película original son exageradamente mínimos: los personajes no son solamente los mismos sino que también los actores que los interpretan guardan un parecido físico tremendo; se repiten los mismos confrontamientos, las mismas situaciones, los mismos chistes, los mismos escenarios, los mismos planos… No cambia nada. De hecho la única gran diferencia, aparte de los 10 años que separan ambas películas, es el idioma. La original se rodó en francés y la copia en inglés. Por cambiar, no cambia ni el país en el que se rodaron, Canadá. De hecho el guionista de la película original, Ken Scott, también trabaja en el “remake” junto a otro guionista, Michael Dowse. Me pregunto para que son necesarios dos guionistas para adaptar un guion en el que se copian los diálogos, las escenas y las descripciones.
Al comparar las dos películas no pude evitar pensar en el “experimento” que realizó Haneke. Cuando Estados Unidos le ofreció al director austriaco un remake de su película Funny Games decidió rodarla exactamente igual, cambiando solamente a los actores. La diferencia está en que Haneke era consciente de lo que estaba haciendo y su película llevaba implícita una crítica contra el sistema de Hollywood, acostumbrado a apropiarse de los grandes productos extranjeros. En cambio, no se entiende cuál es el verdadero objetivo de La gran seducción aparte de demostrar una gran falta de creatividad.
Tras mi indignación del remake convertido en copia y siendo consciente que La gran seducción no es ni el primero ni el último caso, merece la pena hablar de la potente historia que desarrollan las dos películas. Los habitantes de un diminuto pueblo canadiense, sin trabajo al desaparecer su principal medio de subsistencia (la pesca), tienen la esperanza de volver a trabajar y dejar de cobrar el subsidio si se crea una fábrica capaz de dar empleo a cada uno de ellos. El problema es que para aprobar la construcción de la fábrica es necesario que el pueblo contrate un médico a largo plazo. Surge la posibilidad de que un médico trabaje durante un mes en el pueblo. Los habitantes encabezados por su nuevo alcalde, Murray (Brendan Gleeson), intentarán hacer de su humilde pueblo el lugar ideal para el nuevo médico. Se harán pasar por fanáticos del críquet, escucharan sus llamadas telefónicas para conocer sus gustos, le harán sentir especial. El miedo a que se descubra la verdad lucha contra el sentimiento de culpabilidad de los habitantes al darse cuenta de que están mintiendo a un pobre hombre. Pero las ansias de que construyan la fábrica y de conseguir trabajo estarán presentes durante todo el film.
De esta aparente simple historia surgen momento sumamente divertidos basados en el contraste entre el patetismo y lo arcaico que representa el diminuto pueblo y la modernidad que representa el médico. A pesar de ser una copia de la original La gran seducción sigue manteniendo su esencia, sus grandes momentos divertidos (quizás mejor interpretados) y su trama bien construida. Pero insisto en que la película es un innecesario remake, aunque he de admitir el gran funcionamiento de la historia diez años después.
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