¡Qué gran decepción! ¡Qué penita más grande! No, no se me ha muerto el canario. Lo que pasa es que esperaba más de la última película de los hermanos Dardenne, Luc y Jean-Pierre, vistos los precedentes. ¡Qué le vamos a hacer! La chica desconocida se me queda pequeña, un zapato que no entra en el pie de la Cenicienta. Y eso que empieza bastante bien con una médico en una consulta de Seraing, cerca de Lieja que parece discutir con su ayudante en prácticas, una llamada de socorro a la que se le hacen oídos sordos y el descubrimiento a la mañana siguiente del cadáver de una mujer sin nombre. Me frotaba ya las manos pues parecía que la cosa pintaba bastante bien y eso que todavía la policía no había empezado la investigación. Error, error, error. Parece que los directores no tienen en buena consideración a los inspectores del departamento de policía de la ciudad y prefieren que Jenny Davin lleve el caso. La joven se siente culpable por no haber podido ayudar a la muerta y tiene como objetivo ¿encontrar a los culpables? No, que va. Solo desea saber el nombre de la prostituta que apareció en plena noche junto a su puerta.
Mientras intenta convencer a su ayudante de que vuelva a estudiar medicina para aprobar unos exámenes importantes, Jenny continua la búsqueda de ese nombre desconocido que no le deja dormir por las noches. Durante sus pesquisas descubre algunas cosas que ponen en peligro su vida ¡bueno en peligro es mucho decir! Un golpe a su coche, una caída a una zanja, con posterior rescate y unos cuantos gritos de un hijo furioso son las amenazas más importantes. Yo creo que pasando consulta se expone a peores cosas y si no que se lo digan al estetoscopio tirado con violencia contra la pared. Esta buena samaritana renunciará a una plaza en una consulta privada porque se ha dado cuenta de que puede ser más útil en otro lugar. No es nada egoísta y prefiere atender a enfermos necesitados aunque estos sean adolescentes con secretos inconfesables y terribles ataques de remordimientos, padres separados que acechan a débiles mujeres, proxenetas sin escrúpulos o ancianos que contratan servicios muy mal vistos y fácilmente criticables.
Hasta aquí la cosa más o menos fluye, con un ritmo lentito, eso si, luego la cosa se complica con culpables que intentan suicidarse y decisiones tomadas sobre la marcha sin ninguna explicación demostrable. En La chica desconocida las escenas siguen siendo muy largas con diálogos maratonianos que no parecen llevar a ningún lado y entre medias siguen pasándole regalos a la doctora como premio a su dedicación y sus visitas a domicilio.
Ahora ya lo tenemos claro. Ninguna de las confesiones ni ninguna charla informal o profesional va a dejarnos satisfechos y menos aun va a profundizar en la psicología de los personajes. Todo se hace y se dice porque si, en ningún momento descubrimos las verdaderas intenciones o intereses que mueven a cada uno a hacer tal o cual cosa. Es el cine de los Dardenne pero en menor grado, un retrato de la sociedad contemporánea y sus miserias. Un desfile de modelos de baja clase y condición que bien podrían protagonizar uno de sus primeros documentales. Las reflexiones en el espectador brillan por su ausencia y esto sorprende en este tipo de cine de conciencia social y denuncia al que nos tiene acostumbrados los dos hermanos belgas. El mutismo y el silencio evidente de la población ante un desafortunado suceso es criticable pero no informa de algo que desconozcamos. Es algo que ocurre cada día en nuestras calles y ante nuestros ojos y que tiene una solución bastante complicada.
En el Festival de Cannes de este año todos se dieron cuenta de que algo había fallado con La chica desconocida. Se había bajado el listón. Decidieron perdonárselo porque hasta el mejor escribano echa un borrón alguna vez. Esperemos que el constipado dure poco y vuelvan a sorprendernos con una nueva película saludable y llena de vitalidad y que lo correcto sea de nuevo sobresaliente.
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