Matthew Vaughn continua con el carnaval ya finalizado para el resto de los mortales y se disfraza como el más innovador bartender del mundo al presentarnos un combinado que hará las delicias de los adolescentes y entretendrá al público más adulto. Mezcla en una coctelera una pizca de James Bond, las claras referencias a sus películas son constantes en todo el metraje, dos partes de El Superagente Cody Banks y un chorrito de la acción de Spy Kids de Robert Rodriguez y obtendremos Kingsman: Servicio Secreto.
Como adorno en vez de decorarlo con frutas u hortalizas, el cocktail se adereza con una ramita de elegancia inglesa que siempre viene bien. A Colin Firth le queda como un guante el traje, siendo capaz de aniquilar a decenas de alocados seres humanos o a esbirros del mal, pero su vestimenta jamás se mancha, permanece impoluta tal y como salió del perchero. De echo, las escenas de lucha, además de ser una condena para los ojos, con los movimientos de cámara en ocasiones brutales, merecen el oscar al mejor anuncio de detergente. La ausencia de sangre en la ropa a veces nos confunde. ¿En verdad están peleando o es todo una broma? Entonces es cuando caemos en la cuenta tras ver los títulos de crédito que está basado en un comic y entonces sueltas una frase similar a ¡Ah,ya lo entiendo!
Para modernizar el resultado final, como no, vuelven a introducir el teléfono móvil como invento que nos traerá la destrucción de nuestra especie, algo que comienza a ser ya algo repetitivo pero que parece que sigue funcionando.
Todo lo que acontece en Kingsman: Servicio Secreto ya lo hemos vivido. Malos malísimos con guardaespaldas aún más terribles, el maestro que enseña al alumno a convertirse en el mejor espia, modernos gadgets utilizados por inexpertos jóvenes y frases ingeniosas que pretenden sacarnos la sonrisa fácil. El déjà vu cumple con su misión: entretenernos dos horas en nuestras butacas. La innovación reside en la mezcla no en cada uno de los elementos vistos por separado.
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