La originalidad por bandera. Paco León ha construido en Kiki, el amor se hace, un sólido guion a través de algunas de las filias sexuales que padece el ser humano. Las cinco historias nos presentan un panorama sexual rico y variado donde cabe de todo mostrándonos algunos de los rincones más oscuros y perdidos de la noche madrileña. Cada una de ellas usa la comedia para demostrarnos que el deseo sexual puede manifestarse en cualquier momento y ante cualquier situación.
Uno puede sentir placer cuando está siendo amenazado, como la protagonista asaltada en la gasolinera. Un ejemplo claro de harpaxofilia. También puedes caer siendo víctima de la elefilia, como Alexandra Jiménez que además tiene problemas auditivos llevándola al aislamiento más radical o de la somnofilia haciendo auténticas barbaridades como drogar a tu mujer y aprovechar que duerme para cometer todo tipo de sueños sexuales. Junto a estas el director, en su tercera película, presenta al gran público otras muchas como la dacrifilia de Candela Peña obsesionada con que su marido llore cuanto más mejor o la dendrofilia de la hermana de Natalia de Molina que ve en las plantas y árboles una razón de peso para excitarse sexualmente. El mismo Paco León se convierte en protagonista de una de estas historias cayendo bajo sus deseos más ocultos participando en un trio o accediendo a una extraña demanda de un desconocido en un lugar muy peculiar y exclusivo.
Todos podemos padecer estas filias, manteniéndolas en secreto. El mensaje que manda el film es que al final se pueden aceptar o conseguir controlarlas. El amor puede hacer que pasen a ser totalmente secundarias en una relación o a veces pueden llevar a que esta sea incluso mejor haciendo que se superen ciertas crisis de pareja. Son parte de lo que somos.
Quizás de lo único que peque y que puede hacerle algo de daño a Kiki, el amor se hace es de modernidad. Algunas escenas subidas de tono y comentarios explícitos sobre sexo pueden herir la sensibilidad de un público de edad avanzada. El resto disfrutarán con ella por ser diferente a lo que estamos acostumbrarnos a ver en las últimas comedias románticas españolas, bastante más light. Solo hay que tener la mente abierta y aceptar todos los caminos que pueden hacerte llegar a ser feliz sean los que sean.
Kiki, el amor se hace, es una comedia erótico-festiva plagada de escenas de humor algo locas a las que se les unen unos diálogos sin tabúes ni pelos en la lengua. La anormalidad hecha costumbre, la rareza convertida en hábito. Un paso más allá hacía un mundo alejado de los convencionalismos y del conservadurismo sexual más radical. Las atracciones no se pueden reprimir y si es verano en Madrid mucho menos, una capital moderna aunque Belén Cuesta diga lo contrario.
Esta adaptación muy personal de la película australiana Little Death de Josh Lawson de hace dos años sacará seguramente numerosas carcajadas entre los asistentes a los pases. Hay que celebrar que no caiga nunca en el mal gusto pese a que los temas tratados puedan hacer que se corra ese riesgo.
El conocido Luisma de la serie Aida es un buen director aunque él mismo no se lo crea según apuntan sus declaraciones en las entrevistas que se le han hecho últimamente. Yo sí creo que dará un nuevo aire fresco a la taquilla, con un reparto a la altura, que ya se hacía esperar.
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