Todos, absolutamente todos hemos tenido o tenemos un ídolo al que seguir, adorar y alabar sus obras, sean del tipo que sean. Ese personaje mediático del que esperamos lo mejor y que alegra nuestra vida un día si y otro también. En Juliet, desnuda, título del último film protagonizado por Ethan Hawke y del mejor disco del ficticio cantante Tucker Crowe, vamos a conocer a una de estas estrellas de la música, un hombre endiosado por un inglés que vive con su pareja en una ciudad costera del país. Su obsesión no tiene límites ni tampoco su amor por este artista que es protagonista de las tertulias de un grupo creado en internet y el objeto de animadversión de una novia que celosa ve como su tiempo se agota para con su compañero sentimental y para su deseo de ser madre.
Jesse Peretz es un director de comedias de bajo presupuesto que ha pasado más tiempo en la televisión que en la pantalla grande y eso se nota. El libro de Nick Hornby, en el cual se basa este film, es bastante más profundo que lo que podemos rascar en todo el metraje de este ¡y es una pena! Es verdad que Rose Byrne y Ethan Hawke suben el nivel, Chris O’Dowd no pasa la prueba, pero el guion se cae en numerosas ocasiones con escenas excesivamente largas con poca chicha y menos mal humor. Cuando Annie y Tucker están juntos la cosa entra en efervescencia, con una mujer segura de si misma que no le importa cambiar de chaqueta con tal de ser feliz y con un maduro cantante que de nuevo parece haber encontrado una estabilidad perdida por el camino con numerosas relaciones finiquitadas que han dado como resultado una pequeña familia desperdigada por todo el planeta. Los dos tienen mucha física y mejor química debilitándose cuando el tercero en discordia interrumpe unos momentos que darían título a alguna de las mejores canciones del disco de Tucker.
Este largometraje baja a la tierra a los ídolos y favoritos de particulares hombres y mujeres. Nos demuestra que no caminan sobre las aguas, se bañan en ellas, cometen errores como nosotros, algunos muy desafortunados y con consecuencias irreparables y envejecen como cualquiera mirándole a la cara a sus miedos y fracasos esperando y deseando que su mañana mejore. Los éxitos y alabanzas del pasado, en el presente ya han caducado y en el futuro ni siquiera serán ya tema de tertulia, solo para unos pocos illuminati que siguen viendo a su dios como un ser de luz que no se ha extinguido.
Algunas cosas si que podemos rescatar alrededor de este guion, escrito a tres manos del que yo esperaba un poco más. La primera son algunas escenas, poquitas eso si, con una comedia ligera de confusión que comienza con un relajante start con un par de personajes y que va in crescendo incorporando a más hombres, mujeres y niños a la función. Como en la ochentera Aterriza como puedas, tenemos guitarristas tocando junto a enfermos y camarotes de los hermanos Marx con hijos saliendo de las piedras y que convierten un encuentro romántico en un desastre total adornado con flores. En la playa no solo se pueden hacer castillos de arena o tomar el sol, si miras bien puedes conocer a una vieja gloria del rock de los noventa de la cual tú eres el fan más acérrimo ¡cuidado con la impresión!
La música es otro de los aspectos que si que cuida la película con baladas de rock independiente que clarifican y acompañan a la vida ahora tranquila de cada uno de los protagonistas, una directora de museo local que quiere salir y escapar de una vida aburrida y anodina, un profesor que ve con buenos ojos aventuras fuera de su noviazgo o un padre con hijo siamés y mochilas que viaja por el mundo en busca ¡no de su mamá como Marco! sino al encuentro y reconocimiento de otros hijos o nietos, a veces con resultados satisfactorios y otras veces bastante decepcionantes. Al lado de todos ellos encontramos a una valiente y arriesgada mujer que intenta romper la monotonía vivida en ese gris Gooleness donde nunca pasa nada y donde la única marcha está en la taberna local. No le importa comprometerse en relaciones de gran intensidad pero muy poca duración, es una mujer moderna a la que no le importa fracasar y que se ríe de todo y todos en el pueblo llamando la atención siempre y siendo una guía improvisada para su hermana Annie.
¡Como nos hacemos mayores! ¡Lo que fuimos y lo que somos! De ese joven con perilla, pelo pringoso y vestido con cazadora de cuero oscura que enamoraba a Julie Delpy en Antes del amanecer a mediados de los noventa hemos pasado a este carroza, trasnochado y caduco cuarentón con barriga y nietos que ya no compone música ni se enamora en ciudades europeas y que peina canas como muchos de su generación.
Aún así Ethan Hawke me gustó en esos momentos y en estos, ha sabido reciclarse y progresa adecuadamente en la industria con papeles que reflejan su nueva condición y físico ¡Y que siga así! A este Romeo no le hace falta tocar la guitarra para enamorar a esta Julieta ¡Dale un ordenador y un chat de internet se encargará de provocar la magia!