A Steven Soderbergh le gusta más experimentar que a un tonto un lápiz. Por eso llamaba la atención que aun no le hubiese echado el guante al cine de acción. Cuenta el bueno de Steven que fue tras que le despidiesen de Moneyball, cinta que iba a dirigir, cuando decidió hacer algo de de acción. Viendo la tele descubrió a Gina Carano, luchadora de artes marciales, y quedó fascinado por ella. El caso es que ella es el sentido de la película.
Soderbergh opta por una acción cruda y seca de esas que duelen en los huesos. Hay dos luchas, una con Michael Fassbender y otra con Channing Tatum, que quitan el hipo de lo realistas que se ven y piensas «así debe ser una pelea». Todo está rodado con extrema pulcritud de forma que veamos lo que está pasando y que los se están dando de hostias son los verdaderos actores y no unos especialistas.
Al final la trama es lo de menos y aquí lo que cuenta es un corre-que-te-pillo de lo más entretenido. Soderbergh es un señor medianamente poderoso a la hora de hacer un casting y sabe mantener nuestra atención de una forma muy eficiente: todos los personajes secundarios están protagonizados por actores muy conocidos de forma que una historia un poquito liosa se nos haga más llevadera. Michael Douglas, Ewan McGregor, Bill Paxton, Antonio Banderas y los mencionados Fassbender y Tatum pasan por allí.
Además nos lleva por Barcelona, Dublín, Washington, Nueva York y Nuevo Mexico como si de una peli de James Bond se tratase, aunque las intenciones sean otras. Está claro que Soderbergh no se iba a limitar a hacer una película al uso y Haywire en ciertos momentos es críptica y morosa a pesar de durar 90 minutos. Pero Gina Carano tiene el suficiente carisma como para aguantar el peso ante sus anchas y fuertes espaldas.