El cine en ocasiones es simple; simple no implica nada malo, solo sencillamente eso, simple. No se debe perder en la falta o no de originalidad del planteamiento del argumento, ya que la originalidad y la verosimilitud en el mundo del cine son cosas que me dan un poco igual a la hora de enfrentarme a una película. Puede que una película no se componga de elementos puramente originales, o no concrete unas líneas realistas sobre los hechos que narra, siempre que la historia esté contada de una forma que atrape al espectador tanto en la forma como en imágenes.
A los que aluden permanentemente a la calidad de las cosas con el argumento de la originalidad con bandera siempre me sale recordarles el discurso de Meryl Streep en El Diablo Viste de Prada sobre el Azul Cerúleo, entre otros muchos ejemplos de que la originalidad, o supuesta originalidad es una cuestión más que abierta a debate.
No recomiendo leer ninguna crítica de Grand Piano, ni tan siquiera esta, recomendaría verla, pues las críticas están perdidas en cuestiones y porqués extraviados en dilucidar el aspecto original o la más pura masturbación cinéfila del redactor, argumentando elementos de grandes directores de la historia del cine que pueden o no llegar a estar presentes en esta cinta.
Toda la historia transcurre en un permanente reto formal, sobradamente solventado por el director, ya que toda la escena transcurre en un mismo escenario, limitando así la movilidad de la acción y el desarrollo de la historia, así como la interpretación de Elijah Wood. El actor consigue una interpretación bastante meritoria, por encima de la memoria del espectador que lo ancla en otros papeles que le dieron más fama y renombre. En una cuestión personal puedo decir que el permanente gesto de angustia de Wood, algo que él mismo produce de forma natural en esta ocasión está más que justificado, y le ayuda a la composición del personaje.
Es un guion trepidante, donde los hechos suceden unos detrás de otros sin apenas tiempo para el espectador a plantearse cuestiones más profundas sobre lo que está presenciando, y sobre todo gracias al empleo de la banda sonora, que bebe de otros grandes de la historia del cine. Del mismo modo, el resto de la película también se nutre más del homenaje que del propio estilo de Eugenio Mira, al que sería necesario ver en más obras de este tipo para saber si realmente sigue un patrón de estilo o se trata de un simple acomodo de elementos característicos de otros creadores.
La música es un elemento completamente fundamental, al tratarse de un personaje más de la historia, jugando el papel de antagonista y de conductor de la narración, que no pasará a la historia como una gran banda sonora. Pero cumple completamente su función y, para los que se consideran a si mismos amantes de la música clásica, les advertiría que esta es completamente inventada, proveniente de un universo imaginario donde son obras de reconocido prestigio pero que no constituyen ningún elemento de la realidad, o lo que se denomina en términos técnicos música diegética. Y por eso es una patada más al elemento de la verosimilitud, ya que una obra imposible es siempre una obra imposible, hasta que alguien la ejecuta, entonces ya no es imposible, cuestiones de perogrullo. La función y el empleo de la música no son valorables de una forma positiva ni negativa, todo se centra en el espectador y como lo interpreta, lo que sí es valorable es la dificultad del planteamiento, y en mi opinión con bastante buen resultado.
Grand Piano es entretenida, sencilla y fácil, donde si el espectador se deja, se sumerge en la historia sin hacerse demasiadas preguntas, a fin de cuentas, una película para disfrutar de conceptos de cine de gran estilo amoldados a una composición que solo puedes describirse con una palabra, sencilla, y carente de una profundidad que no considero estuviera en el propósito del autor.
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