Día 1. Queda poco para las vacaciones de verano y espero que me inviten a la fiesta de cumpleaños de Tatiana. Día 2 Mi madre se va a una clínica de rehabilitación por su adicción al alcohol. Día 3. Mi padre también se marcha de viaje “de negocios” con su secretaria y me dejan solo en casa. Día 4. Viene de visita a casa el nuevo compañero de clase, Tschick, un inmigrante ruso con muy malas pulgas y que huele muy mal. Día 5. Nos vamos mi nuevo amigo y yo en coche lejos de Berlín en busca de aventuras. No es el diario de Greg, sino el de Maik Klingerberg, un adolescente de catorce años alemán que va a vivir un montón de experiencias lejos de su casa viajando en un Lada azul robado. Goodbye Berlín, del director Fatih Akin, famoso por films como Soul Kitchen o Contra la pared, presenta en España una road movie con dos jóvenes muy diferentes, uno rico y otro pobre que se convirtieron en grandes amigos. En el camino hacía ninguna parte, amansados como fieras por la música de cassette de Richard Cleyderman, van a tener tiempo de experimentar el peligro cuando sean perseguidos por la policía, van a tener conversaciones muy profundas bajo modernos molinos de viento, conocerán a una extraña familia sin padre que reparten la comida según el acierto y velocidad que tengan al responder unas sencillas preguntas y sufrirán un accidente que les separará de por vida.
Todos alguna vez hemos querido vivir cosas como estas. Maik lo ha conseguido en un tiempo record. Necesitaba desconectar de una vida que no le hacía feliz, un niño invisible que en el instituto era ninguneado por todos y que imaginaba el mundo a su manera con princesas y malvados monstruos a los que había que combatir, a veces con pistolas de mentira. Un caballero sin corcel pero con un coche que se cae a pedazos lo va a rescatar llevándolo muy lejos, ayudándolo con las chicas, aunque una de ellas viva en un estercolero, enseñándole a conducir y haciendo que sea visible a los demás.
En Estados Unidos están acostumbrados a este tipo de películas con chicos marginados, unos patitos feos que se convierten en cisnes que al final tienen su final feliz. En Goodbye Berlín hay mucho de eso pero a la manera de Fatih Akin, un cine de autor muy personal con referencias a la inmigración y un marcado desarraigo en sus personajes que pasa del drama a la comedia en más de una ocasión. En esta Cuenta conmigo sobre ruedas, el humor está presente hasta en momentos que parece que parecería costar menos llorar, como la salida del juzgado en la que se ha condenado a Maik o despedidas en carreteras o paradores. Son momentos que nos dejan descolocados que se suman a todos aquellos que no despejan dudas razonables. El director nos pone la miel en los labios con misterios que no tienen respuesta como el secreto que Isa oculta en la caja de madera que lleva a todas partes o el momento en que los tres amigos van a reencontrarse, allí o en lo alto de la roca en la que han escrito sus iniciales.
Sin mirar atrás y sin retroceder jamás estos tres excursionistas con pizzas congeladas o latas de comida que no pueden abrirse van a conocer paisajes y lugares muy distintos de gran belleza o pobreza como lagos maravillosos donde nadar libremente, puentes de madera con trampas bajo el agua o basureros donde uno puede ser una reina o un invasor y maizales en donde los malos no son los chicos sino un granjero que ataca con un tractor. Goodbye Berlín muestra marcos idílicos para el despertar sexual o declaraciones de sentimientos y orientaciones que no tienen que ver con los cuatro puntos cardinales. Los dos compis son Don Quijote o Sancho Panza cuando les interesa, son caballero o escudero según las circunstancias, defendiéndose de ejércitos de ovejas o encontrándose con una Dulcinea que espera que le rescaten y que le lleven a su destino junto a su hermana.
En realidad Goodbye Berlín es una oda poética, a veces realista y casi siempre divertida a la libre amistad, entre desconocidos que dejan de serlo, jóvenes sin prejuicios que quieren librarse de sus ataduras y que se rebelan a su sino. El coche los unió y cuando este desaparece queda el recuerdo de lo que vivieron en su interior que fue mucho e intenso. Una chaqueta será el regalo que selle esta nueva amistad forjada a fuego, gasolina y acero con una nueva escena raruna de esas que dejan un interrogante gigante sobre nuestras cabezas ¿A dónde va Tschick? ¿Por qué tarda tanto en llegar al lugar del accidente la policía y ambulancias? ¿Qué va a pasar con los cerdos que se han escapado? Voy a tener que leer la novela de Wolfgang Herrdorf para ver si dicen algo de eso.