Ghost in the shell, para muchos, está juzgada, condenada y hundida desde el mismo momento en el que se anunció su rodaje, igual que está pasando con Death note. Las adaptaciones de manga a imagen real hechas por estadounidenses no tienen una buena racha (¿hace falta que recordemos Dragon ball evolution?) y los otakus no quieren ver más prostitución de sus historias. Ojo, aunque personalmente no comulgue con ello, es comprensible: Si Ghost in the shell funciona, ya se han anunciado planes para adaptar Bleach, Beyblade, Akira o Naruto. Y he aquí una mala noticia para los fans: Ghost in the shell, aún con sus carencias… Funciona.
A ratos parece que la película no es sino la suma de muchas otras hilada con cierta destreza. Se le ven las costuras por todos los lados: Los escenarios de Blade Runner, la narrativa de videojuego, la acción de Matrix, la filosofía de baratillo de Inteligencia artificial… Al final, todo junto y hecho un lacito, no repugna. También, claro, debo decir que no tengo ningún tipo de atracción o nostalgia por el material original, que vi hace más de una década y no dejó ningún poso. Así cualquiera.
En el fondo, es agradable ver una adaptación sin el peso de la original, sin saber que vas a tener que compararla de forma continua y salir decepcionado antes de entrar. Cierto: Ghost in the shell, en su versión americana, elimina complejidad y aumenta la espectacularidad, su filosofía es del todo a 100 y los giros no funcionan del todo, pero sigue siendo una película agradable, que destaca por sí misma en los momentos de acción y los travellings locos.
Por si alguien, a estas alturas, no sabe de qué va la cosa: En un futuro cercano plagado de tecnología y de implantes para mejorar al ser humano, La Mayor es única en el mundo. Se trata del único robot con cerebro humano, capaz de hacer todo tipo de virguerías con su cuerpo pero pensando de forma racional. Un día, descubre que es posible que haya alguien como ella, y empieza a indagar en su propio pasado…
Scarlett Johansson hace un papel más que decente, similar en ocasiones al que ya interpretó en Under the skin. Sabe desenvolverse en las escenas de acción (no en vano es la Viuda Negra de las películas Marvel) y es un acierto de casting perfecto, al margen de los debates y polémicas en torno a su raza. Por su parte, Juliette Binoche cumple de sobra y solo Takeshi Kitano parece estar en otra película, en parte porque es el único personaje que habla japonés en lugar de inglés, en parte porque parece que el proyecto le importa un pimiento. Siendo la leyenda que es, su presencia es más testimonial que otra cosa.
A Rupert Sanders, el director, le han dado dos grandes oportunidades para hacer películas: En primer lugar Blancanieves y la leyenda del cazador y ahora esta Ghost in the shell. Y, aunque es cumplidor (ninguna de estas películas es un desastre), le falta una personalidad sólida detrás de la cámara. Por mucho travelling y giro que haga, parece más una muestra del presupuesto que tiene la película y de la calidad de su equipo de efectos visuales que del talento de su director. Vamos, que no os esperéis virguerías únicas o un estilo tan marcado como el de las Wachowski en Matrix: Sanders lo intenta pero se queda a medias.
Y entonces, ¿qué nos queda? Un thriller policiaco futurista con tintes de filosofía de los chinos que cumple con el expediente. Tiene planos interesantes y momentos únicos, pero nada que no hayamos visto antes en otras producciones. No es un blockbuster funcional como Kong: Isla calavera o Power rangers, sino que intenta darle una capa más a su espectacularidad. ¿Funciona? Más o menos. Al final, conseguimos preocuparnos por el personaje de la Mayor, entendemos las intenciones del villano de turno y salimos del cine pensando que tampoco nos importaría ver un poco más de esta ciudad de neones y kanjis, robots, códigos y pistolones. Pero si no hay más, tampoco pasa nada.
Sobre el asunto de la raza del que tanto se ha hablado en redes sociales, si eso, hablamos otro día.
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