Todo es cuestión de gustos. En el fondo Furia ciega no se diferencia demasiado de productos recientes como Caperucita Roja o Soy el número cuatro. Me explico. Películas que tienen claro cual es su público y que no intentan ir más allá de ellos. Donde los primeros optan por un romanticismo y terror con objetivo adolesente, Furia ciega se decanta por una exageración macarra y chusca de la violencia y la acción. Y encima sale Nicholas Cage.
Obviamente el argumento es lo de menos pero ya de por si tiene traca: Un padre vengativo escapa del infierno y persigue a una pandilla de adoradores del diablo que mataron a su hija y secuestraron a su nieta. Así sin anestesia. Todo esto aderezado con tiroteos imposibles, sangre a raudales, mutilaciones, alguna que otra teta y coches, muchos coches. Por algo el título original es Drive angry.
A esto le añadimos a Nicholas Cage en un nuevo registro, es decir, un pelucón diferente al de su película anterior, totalmente entregado al personaje. El bueno de Cage se pasa toda la película soltando frases lapidarias como el que recita a Shakespeare, completamente consciente de donde está metido. Por eso no entiendo a muchos de los que dicen que el actor se equivoca a la hora de la elegir los proyectos en los que participa. Al contrario, él sabe qué tipo de película está haciendo y se comporta como un profesional. Que si, que serán cosas que hace para aumentar la cuenta corriente, pero no las hace con desgana sino que se mete hasta el fondo en lo que está haciendo y eso le honra.
Finalmente, Furia ciega es todo lo que Machete podría haber sido y no fue. Serie B sin prejuicios y desenfadada. Donde la película de Rodríguez intentaba ser seria y respetable, la cinta de Patrick Lussier carece de vergüenza y destila desparpajo. Y sabe cual es su púbico. Si tú eres uno de ellos disfrutarás. Si no, ya sabes que debes huir.
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