Después de su Giraldillo de Oro en 2013 por El desconocido del lago había muchas ganas e interés por ver Rester vertical, la siguiente cinta del francés Alain Guiraudie. Y sin duda el resultado puede dejar de cualquier manera menos indiferente, ya que tenemos ante nosotros una propuesta excitante, ruda y bastante majara, al mismo tiempo que mutante.
Lo que parece iniciar como una película acerca de la paternidad, se distorsiona hacia terrenos sobre una sexualidad ambigua, para volver a alterarse hacia el bloqueo del guionista o el malvivir en el oficio del cine, y acabar virando hacia paisajes más surrealistas y humorísticos. En tan errático recorrido y en su desprejuiciada indefinición está una de las mayores virtudes y aciertos de Rester vertical: si te subes a este viaje en barca por aguas pantanosas y aceptas el sinsentido disfrutarás del universo enajenado de Giradie.
Con un Damien Bonnard entregado como absoluto protagonista, el director francés lo maneja y enfrenta a todo tipo de situaciones kafkianas y absurdas, deambulando cual vagabundo impasible entre parajes apacibles. Es solo en su descubrimiento final como una especie asceta solitario de las praderas, tornándose hacia lo onírico y épico, donde se pueda encontrar el asidero fundamental que da pié al título de la película. Mantenerse erguido como manual absoluto de supervivencia.