El Festival Online de Mujeres de Cine continúa su programación con las obras Ojos Negros de Marta Lallana, Ivet Castelo, Iván Alarcón y Sandra García, y Rêve de Mousse de Elena Molina.
Ojos Negros (Marta Lallana, Ivet Castelo, Iván Alarcón, Sandra García, 2019)
Ojos Negros es el pueblo en el que la joven Paula va a pasar el verano acompañada de su tía y su abuela. Durante su estancia, descubrirá el lado más sombrío de su familia mientras hace nuevos amigos y entabla amistad con la vivaz Alicia. Lallana, Castelo, Alarcón y García dirigen juntos otro de los dramas adolescentes que podemos ver durante el Festival Online Mujeres de Cine.
Aunque el número de películas sobre adolescentes que transcurren en un pueblo pequeño y acaban experimentando allí el paso a la edad adulta no es nuevo en la Selección Oficial del festival, sus cuatro autores saben darle un tono personal donde los temas familiares y las amistades quedan en completo equilibrio. Paula y Alicia viven una amistad fugaz pero intensa, como el verano en el que tiene lugar, lleno de recuerdos y emociones.
Espiamos las discusiones familiares desde los ojos de Paula, escondidos detrás de las puertas, y así podemos prestar especial atención a los tonos de voz y las miradas. Ojos Negros vive de sus sensaciones, de sus pequeños gestos y de sus relaciones. Imagen y música envuelven a su protagonista para arroparla y ayudar a ponernos en su lugar.
El punto que más se tambalea en Ojos Negros es la actuación de sus dos jóvenes, cuya inexperiencia acaba disminuyendo naturalidad a sus interpretaciones. Esto no resta el mérito de sus autores, que utilizan la vida y la muerte, la soledad y los sueños truncados para terminar de crear su dibujo sobre las relaciones humanas y la madurez.
Rêve de Mousse (Elena Molina, 2018)
El viejo barco de pesca francés Rêve de Mousse pone rumbo a Haití cargado con material humanitario. El capitán del barco, junto a cuatro jóvenes sin experiencia en el mar, vivirán juntos las diferentes aventuras que nos presenta Elena Molina en su documental Rêve de Mousse.
Elena Molina comienza dejando claro que la idea que tenía en un principio, un documental en blanco y negro narrado en francés sobre el mar y los pescadores, no va a ser posible. En cambio, es la propia autora la que narra con gran acierto la odisea en alta mar que ella, junto a sus compañeros de abordo, viven durante el viaje que se prolonga hasta tres meses.
La voz de la narradora está cargada de personalidad, y nos conduce a través de Rêve de Mousse para contarnos en primera persona sus experiencias, esperanzas y deseos. La autora realiza reflexiones tan íntimas que poco a poco va desnudando sus pensamientos al completo, luciendo especialmente en su tramo final donde se cuestiona la verdadera naturaleza de sus intenciones. Cuando Molina lleva a cabo esas reflexiones, donde nos hace partícipes al abrirse en primera persona, el documental consigue un matiz que le diferencia del resto y logra dibujar unos personajes que no necesitan apenas hablar para captar nuestra atención.
Rêve de Mousse acaba evolucionando hacia un lugar que ni siquiera la autora esperaba y eso hace que funcione aún mejor, reluciendo por el carácter del género documental en el que el guion -donde encontramos, entre otros, el nombre de Isaki Lacuesta– debe quedar abierto hasta la mesa de montaje. Es precisamente cuando consiguen su propósito, llegar sanos y salvos a Haití, cuando el tono de Rêve de Mousse cambia y comenzamos a cuestionarnos si el sacrificio individual será realmente significativo a largo plazo, mostrando un lado crítico que nos introduce a una autora que, en su primer largometraje, ya da señas de una voz muy singular.
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