Festival de Málaga: TORO, en ayuda de la familia

¿Qué diferencia hay entre el cine de acción norteamericano y el que se rueda en nuestro país? Seguramente la cantidad de dinero invertida y la campaña publicitaria que tiene detrás. Los guiones suelen estar cortados por el mismo patrón y los actores marcan ración doble de testiculina y muy mala leche dándose de mamporros con cualquiera que se les enfrente, aunque uno de estos sea José Sacristán, amo y señor de los cuchillos. La familia en estos casos siempre manda. No importa las responsabilidades que se tengan, como visitar cada noche la cárcel o vivir a tope una relación con una bella maestra. A su llamada acudimos raudos y veloces aunque nuestra vida corra peligro, aunque los malos armados hasta los dientes, amenacen nuestra ahora envidiable vida. Mario Casas es Toro, un tatuado matón que pasa ya de cumplir las órdenes de un jefe hampón que controla la delincuencia en una parte de Andalucía. A su lado Luis Tosar, un hermano follonero que contribuyó a la infausta suerte del tercero de los hermanos en una aciaga noche hace ya cinco años. Entre ellos una niña vestida como niño y educada como tal que se encargará de hacer que la familia vuelva a unirse.

Toro Mario Casas

Toro es una historia de suspense plagada de violencia gratuita, traiciones y amistades que valen menos que las joyas que se lucen en el film. Es una crítica a la avaricia desmedida y al abuso de poder en este caso manejado a placer por un hombre rico que se cree a pie juntillas aquello que le dicen las cartas, una profecía en la que el caballo de espadas simboliza al asesino y el rey de oros el poderoso caballero don dinero.

En tan solo 48 horas el trio protagonista tiene tiempo de robar al peligroso perista, poner en jaque toda su organización y descubrir verdades pasadas que por miedo se encontraban ocultas. Un rastro de muerte y destrucción  con banda sonora flamenkita y bellas obras de arte religiosas que jalonan el camino y que ponen al descubierto el alma más gitana del sur español.

Desde que Malamadre manejara los destinos de todos los reclusos de Celda 211 allá por el año 2009 y Mario Casas se convirtiera en un amante tres metros sobre el cielo un año después, las carreras de estos dos actores han ido de la mano convirtiéndose en los más importantes representantes de nuestro cine y en aquellos que atraen un mayor número de público. Sin embargo mientras uno de ellos aquí mantiene su pose de galán malote con esa voz susurrante que pone nervioso a más de uno, el otro ha dado un giro de 180° y con más pelo que de costumbre se muestra acobardado e incapaz de matar a una mosca pensando egoístamente la mayoría de las veces que se enfrenta a un dilema.

Toro Luis Tosar

No interesa la lacrimógena historia de la separación de los padres de Diana, tampoco el cambio de malo a buenazo del señor Casas. Lo verdaderamente importante es el uso que se le da a la venganza del tipo ojo por ojo que sale a pasear cada vez que a Kike Maíllo le viene en gana que es muy a menudo. Una repetición de viejas fórmulas americanas decoradas con el lacito hispano del que solo echamos en falta el traje de faralaes. Hasta las procesiones acompañan la última marcha de nuestro héroe a ritmo de música de cofradía.

Toro es un The equalizer o un Gangster Squad mucho más bruto, mucho más animal. Bravura y valentía como su homónimo animal al que se le hace un homenaje con el cartel del toro de lidia de Osborne. Han sustituido los martillos de clavos y las Thompson por hachas y bates de béisbol pero es que España no puede permitirse esos lujos. En Estados Unidos las automáticas aparecen a todas horas, aquí el presupuesto solo da para armas blancas en abril. Y a Dios gracias.

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