Ya se dijo en la presentación del Festival de Málaga que este año muchas de las películas tenían presente la realidad actual española. En el caso de La punta del iceberg el acento se pone en la investigación llevada a cabo por el personaje de Maribel Verdú sobre unos suicidios en una empresa multinacional. La presión para sacar adelante los objetivos, el miedo a la pérdida del empleo y los problemas personales parecen ser factores causantes de los suicidios. Sofía recibirá el encargo por parte de la empresa para investigar durante 24 horas qué está pasando en la sucursal.
La punta de iceberg nos plantea la enésima historia de yuppie desalmado que va evolucionando gracias a un conflicto moral que le termina cambiando y haciendo mejor persona frente a la maquinaria empresarial. Sofía, interpretada con solvencia pero sin garra por Maribel Verdú, irá teniendo diferentes encuentros con personajes encarnados por Alex García, Carmelo Gómez, Fernando Cayo, Bárbara Goenaga y Ginés García Millán, lo que le da cierto lustre a la producción pero que no consigue levantar el vuelo en ningún momento.
La esforzada puesta en escena del debutante David Cánovas no consigue sacar adelante un guión con demasiados tópicos y, como adelantaba al inicio, una evolución de personajes a todas luces previsible. Y el caso es que el tema es interesante pero lo facilón de la propuesta, donde los altos cargos son todos unos seres despreciables y los empleados unos pobres cobardes, deja a años luz a La punta del iceberg en su intento de ser un Glengarry Glen Ross hispano. Porque claro, tener a David Mamet de referente no significa que tu película sea buena.