Quentin Dupieux se está ganando a pulso un puesto en el altar de los mejores directores del Festival de Sitges. En primer lugar porque cada año una película suya encaja dentro de la programación oficial del certamen. En segundo lugar porque cada vez convence más al público asistente sin nunca renunciar a su sello de autor. Este año vuelve a repetir con Mandibules.
Pocos directores saben manejar el humor de una forma tan especial y única como Dupieux. Sabe introducir pequeñas fugas de la realidad sin que estas luzcan excesivas y que el espectador las acepte encantado. No importa si es un neumático asesino, un hombre obsesionado con matar a todo aquel que lleve chaqueta o si dos amigos intentan amaestrar una mosca gigante, como ocurre en Mandibules; el tratamiento de estos componentes surrealistas están muy cerca del realismo mágico y el espectador los encaja encantado. Además, Dupieux no abusa ni vuelca su humor en estos componentes surrealistas sino que se vale de muchas otras situaciones y personajes para entretener y hacer reír al espectador.
Mandibules es una buddy movie que vuela muy cerca de películas como Dos tontos muy tontos. Dos amigos sin blanca roban un coche para realizar un encargo por el que recibirán 500 euros, pero antes de que pueden culminarlo se encuentran con una gran sorpresa en el maletero del coche: una mosca del tamaño de un perro mediano. A los dos amigos no se les ocurre nada mejor que abandonar su misión para intentar amaestrar la mosca y que esta les consiga dinero. Lo que parece una broma a los ojos del espectador poco a poco se va convirtiendo en una realidad cuando la mosca empieza a entender y obedecer simples comandos. Los dos amigos irán encontrándose por el camino pequeños obstáculos que les impiden avanzar pero que llegan a superar gracias su increíble suerte.
No hay prácticamente ningún elemento que falle en Mandibules: los actores protagonistas están brillantes, los diálogos y gags humorísticos funcionan genial e incluso la fotografía en colores pastel encaja genial con el tono del film. Además la duración es perfecta, ni muy larga para que ciertas dinámicas aburran, ni muy corta para que la obra resulte simplemente anecdótica. Una película imprescindible para ver en esta edición.
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